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LOS MAGOS

Juan Pasquau Guerrero

en Diario ABC. 6 de enero de 1965

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La revelación del Nacimiento se hizo primero a los pastores, pero no tardó en comunicarse a los Ma­gos. Fue Eugenio d'Ors quien escribió en memorable ocasión la frase: "Cuida de ser Mago si no eres pastor", insinuando así cómo solamente la humildad y la sa­biduría, que no son antitéticas, sino com­plementarias, están suficientemente capa­citadas para la recepción del Misterio. Porque el peor obstáculo para la libre aceptación del mensaje divino no es la ignorancia. Tampoco la ciencia, si es pro­funda, estorba en nada a la fe. La torpe reacción viene precisamente de la igno­rancia letrada —de la pedantería—; es de­cir, salvo excepciones, la infidelidad es producto natural de un acervo de cono­cimientos de segunda mano, en cuya di­gestión la inteligencia está ausente. Los pastores y los Magos alientan cerca de la verdad, pero el inmenso cuerpo social que constituye lo mediocre no está presente en Belén, en ningún Belén,

La Navidad que comienza con fervores simples, modelados en una tosca y encan­tadora cerámica espiritual —Belén tiene sabor de artesanía alfarera en sus figuras de nacimiento, en su poesía de villanci­co, en sus conceptos más impregnados de cierto folklorismo que de teología—, el ciclo navideño, digo, que principia con un familiar alborozo que la zampona y la canción espontánea tiñen de leve e in­genua irreverencia, se cierra con la apo­teosis solemne, "oficial" casi, de la Epi­fanía. Y entonces el Misterio iridece en consagrados reconocimientos, en sazona­das liturgias, en fúlgidos esplendores. Ya no es un júbilo en rústica, ya se encua­derna de universalismos. Como que su trascendencia reclama, sobre el villanci­co, el himno. Así, la aparente anécdota de un día se torna centro de la Historia. Que tal es el significado de la Epifanía —Manifestación—, fiesta en la que la con­memoración de la ofrenda de los Magos cifra el homenaje de la inteligencia a la verdad revelada.

Oro al Rey, Incienso a Dios, Mirra al Hombre. A la hora de nuestra particular ofrenda, ¡qué conveniente parece recor­dar el tributo de los "Reyes" de Orien­te! ¿No hemos olvidado, quizá, el carác­ter paradigmático de la Epifanía? ¿Sigue constituyendo el modelo de nuestro homenaje al Señor? Recordemos que Cristo, en el transcuro de los tiempos, ha sido reconocido de muy diferentes, y casi siem­pre deficientes, maneras. Están los que no le regatearon la mirra, negándole en cambio el incienso. Y no faltan los que, sabiéndole Dios, dedicándole la genufle­xión, el sahumeiro y la alabanza, se mues­tran remisos a ofrecerle el oro.

Pero el reconocimiento parcial de Cris­to es error de cada día. Por ejemplo, exis­ten cristianos que definen su ideal reli­gioso de esta maneja:

Laico por fuera, santo por dentro.

Quieren un Dios operante en el fondo de las almas, pero ausente de las estruc­turas sociales, como suelen decir. Le ofre­cen el incienso, pero le discuten el oro.

Vaya por esos otros cristianos que en­tregan el oropel —creyendo de mejor o peor fe donar el oro— y guardan el in­cienso para quemarlo, secretamente, en su propio altar.

Los Magos fueron mucho más genero­sos, probablemente porque eran tremen­damente inteligentes. Una estrella —la Es­trella— les informó de la Verdad y que­daron íntegramente "comprometidos". No se pusieron a hacer distingos. Hu­biera sido absurdo que Baltasar, en la ruta de Belén, hubiese hablado:

—Tengo mis reservas respecto a la di­vinidad de este Niño, pero es "político" reconocerle como a Rey y concederle pleitesía.

Y que Melchor hubiese contestado:

—No, no. Él es Dios. Pero lo político, precisamente, es no aclamarle como Rey. Sería contraproducente. ¿Quién podría medir las consecuencias?

Y Gaspar:

—Particularmente me siento inclina­do y dispuesto hacia el Hombre. Es mi táctica de acercamiento el motivo que me ha hecho ponerme en camino...

¡Qué pensaríamos de unos Magos, más o menos timoratos y prudentes, que al tratar de su Homenaje, acordasen rendir cada uno, por separado, su ofrenda! Bal­tasar el oro, por política. Melchor el in­cienso, por convicción. Por táctica, Gas­par, la mirra... ¿Seguiríamos" llamando a aquello Epifanía?

No es posible enfocar la cuestión desde un exclusivo punto de vista. Cristo es Dios, Rey y Hombre. Se acepta con en­tera y generosa fe: fe de humilde pastor, o de sabio humilde. "Cuida de ser Mago si no eres pastor." De otra forma, abo­camos seguramente a la mediocridad. Y, ante el Misterio, nos enredaríamos en los distingos...