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La revelación del Nacimiento se hizo primero a los pastores, pero no tardó en comunicarse a los Magos. Fue Eugenio d'Ors quien escribió en memorable ocasión la frase: "Cuida de ser Mago si no eres pastor", insinuando así cómo solamente la humildad y la sabiduría, que no son antitéticas, sino complementarias, están suficientemente capacitadas para la recepción del Misterio. Porque el peor obstáculo para la libre aceptación del mensaje divino no es la ignorancia. Tampoco la ciencia, si es profunda, estorba en nada a la fe. La torpe reacción viene precisamente de la ignorancia letrada —de la pedantería—; es decir, salvo excepciones, la infidelidad es producto natural de un acervo de conocimientos de segunda mano, en cuya digestión la inteligencia está ausente. Los pastores y los Magos alientan cerca de la verdad, pero el inmenso cuerpo social que constituye lo mediocre no está presente en Belén, en ningún Belén,
La Navidad que comienza con fervores simples, modelados en una tosca y encantadora cerámica espiritual —Belén tiene sabor de artesanía alfarera en sus figuras de nacimiento, en su poesía de villancico, en sus conceptos más impregnados de cierto folklorismo que de teología—, el ciclo navideño, digo, que principia con un familiar alborozo que la zampona y la canción espontánea tiñen de leve e ingenua irreverencia, se cierra con la apoteosis solemne, "oficial" casi, de la Epifanía. Y entonces el Misterio iridece en consagrados reconocimientos, en sazonadas liturgias, en fúlgidos esplendores. Ya no es un júbilo en rústica, ya se encuaderna de universalismos. Como que su trascendencia reclama, sobre el villancico, el himno. Así, la aparente anécdota de un día se torna centro de la Historia. Que tal es el significado de la Epifanía —Manifestación—, fiesta en la que la conmemoración de la ofrenda de los Magos cifra el homenaje de la inteligencia a la verdad revelada.
Oro al Rey, Incienso a Dios, Mirra al Hombre. A la hora de nuestra particular ofrenda, ¡qué conveniente parece recordar el tributo de los "Reyes" de Oriente! ¿No hemos olvidado, quizá, el carácter paradigmático de la Epifanía? ¿Sigue constituyendo el modelo de nuestro homenaje al Señor? Recordemos que Cristo, en el transcuro de los tiempos, ha sido reconocido de muy diferentes, y casi siempre deficientes, maneras. Están los que no le regatearon la mirra, negándole en cambio el incienso. Y no faltan los que, sabiéndole Dios, dedicándole la genuflexión, el sahumeiro y la alabanza, se muestran remisos a ofrecerle el oro.
Pero el reconocimiento parcial de Cristo es error de cada día. Por ejemplo, existen cristianos que definen su ideal religioso de esta maneja:
Laico por fuera, santo por dentro.
Quieren un Dios operante en el fondo de las almas, pero ausente de las estructuras sociales, como suelen decir. Le ofrecen el incienso, pero le discuten el oro.
Vaya por esos otros cristianos que entregan el oropel —creyendo de mejor o peor fe donar el oro— y guardan el incienso para quemarlo, secretamente, en su propio altar.
Los Magos fueron mucho más generosos, probablemente porque eran tremendamente inteligentes. Una estrella —la Estrella— les informó de la Verdad y quedaron íntegramente "comprometidos". No se pusieron a hacer distingos. Hubiera sido absurdo que Baltasar, en la ruta de Belén, hubiese hablado:
—Tengo mis reservas respecto a la divinidad de este Niño, pero es "político" reconocerle como a Rey y concederle pleitesía.
Y que Melchor hubiese contestado:
—No, no. Él es Dios. Pero lo político, precisamente, es no aclamarle como Rey. Sería contraproducente. ¿Quién podría medir las consecuencias?
Y Gaspar:
—Particularmente me siento inclinado y dispuesto hacia el Hombre. Es mi táctica de acercamiento el motivo que me ha hecho ponerme en camino...
¡Qué pensaríamos de unos Magos, más o menos timoratos y prudentes, que al tratar de su Homenaje, acordasen rendir cada uno, por separado, su ofrenda! Baltasar el oro, por política. Melchor el incienso, por convicción. Por táctica, Gaspar, la mirra... ¿Seguiríamos" llamando a aquello Epifanía?
No es posible enfocar la cuestión desde un exclusivo punto de vista. Cristo es Dios, Rey y Hombre. Se acepta con entera y generosa fe: fe de humilde pastor, o de sabio humilde. "Cuida de ser Mago si no eres pastor." De otra forma, abocamos seguramente a la mediocridad. Y, ante el Misterio, nos enredaríamos en los distingos...
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