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ESTAMPA Y ASOMBRO DEL CORPUS

Juan Pasquau Guerrero

en Diario ABC. 21 de junio de 1962

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CORPUS. Corpus..., porque Dios tiene Cuerpo. En junio, la sazón. Sazón de Dios. Trigo de Dios en la era, en el ara. Madura Eucaristía para nuestro granero, para el Hambre. ¿No es por eso el júbilo de los bronces? Solemnes, augustas campanas catedralicias; íntimas, salmodiantes campanas monjiles; campanas recentales de la aldea, ¡fiesta!

Pero si Dios tiene Cuerpo, si El es Cuerpo, la Humanidad no ha entrado todavía en el Asombro. Verdaderamente, no ha entrado. Se ha quedado en la puerta del Misterio. Como siempre...

En el atrio nos pusimos a poetizar, a ensalzar con palabra delgada y florida —voz de falsete alguna vez— al Pan. "Pan de Ángeles", dijimos. E hicimos preparar un vestido blanco, nítido —traje de boda ostentosa, en ocasiones—, para la Primera Comunión de los inocentes. Y se nos remansó casi goloso el pensamiento en rebuscados candores inefables. Eso, inefables. ¡Cómo blandenguea, Señor, el merengue de lo "Inefable"! Preparamos una escenografía confitada, digo, al Misterio; pero no acabamos de entrar en el Asombro, no acabamos. Nos quedamos con la "estampa".

Bella estampa, con primavera al fondo, por supuesto. ¡Cuántas veces hubimos de acusar el impacto lírico! He aquí el esplendor litúrgico de las dalmáticas. Fragancias de juncia, de incienso, de rosas para el lento fluir intemporal de las antífonas, coronando una serenidad bordada de cánticos. Ansia orfebral. trémula, de las custodias. Plenitud. Plenitud católica. Granazón de espigas y... ¿de almas? Y un fervor; yo no sé qué fervor verde en espera de esperanzas, enhiesto sobre un lecho de cenizas antiguas. Estampa estimulante. Ya tenemos un Corpus para los sentidos, sincopado de pánicas exultaciones gozosas. ¡Corpus jocundo y místico. Corpus de incienso y novia, que sabe a órgano abacial, que sabe a nardo! Luego, en el fondo se agita una emoción de especie desconocida, sin embargo. Hondo estremecimiento difuso. En el fondo... Dios está en el fondo de la fiesta que proclaman los estandartes, que diafanizan los claveles; que postula purezas en el tintineo de las campanillas argénteas de los monagos, sobre el rumor ocre de los rezos procesionales. Y no lo neguemos: una mariposa de fe, con polvo de oro en las alas, dibuja sus arabescos barrocos en aquel dormido rincón del espíritu donde nunca había penetrado la luz.

Esta es la Estampa. Pero está el Amor —amor vivo de Dios vivo— planeando sobre la fe nuestra, zigzagueante fe que se debate melindrosa entre las flores. Y este es el Asombro. El Asombro que no penetramos.

Es el Corpus y celebramos el prodigio del Cuerpo de Dios: Dios eficiente y presente, disfrazado de Pan, semioculto entre los varales y los palios, precedido de pífanos y de gallardetes, ¿Es éste el Dios lejano y diamantino de los filósofos, encuadrado "more geométrico" entre senos y cotangentes, promulgado por la razón? Pero resulta que este Dios se hace Carne, se hace Sangre, quiere ser comido, quiere ser bebido...
Dios, ¿no estaba aquietado en esencias sobre los Tronos y las Dominaciones, recibiendo la adoración de Serafines y Querubes? ¿No era un ser —el Ser— exacto, ecuacional, matemático, deducido e inducido de todos los esquemas lógicos? Pero "éste" de la Forma, tiene forma: éste es un Dios desmarcado, fugitivo de su Orbita, temporal y espacial al par que eterno e infinito. Está en medio de los hombres, buscando a los hombres, chapuzado en el Hombre. Está repitiendo sus tremendas, "escandalosas" palabras: "Mi Cuerpo es Comida; mi Sangre es Bebida."

El Cuerpo de Dios en la calle; en las calles sucias que disimulan —o que no disimulan— el pecado, los pecados, entre la plata de los cruciferarios y el clamor ebrio de las rosas. ¡Válganos el Señor qué "Disparate"! ¿Habrán salido ya de su asombro los Ángeles?

¡Ah! Pero nosotros aún no hemos entrado, aún no hemos entrado en el Asombro. Trigo de Dios en la era, en el ara; madura Eucaristía para nuestro granero, para el Hambre... Ha pasado Cristo —callada entrega de Amor— encerrado en la Custodia. Hemos doblado nuestra rodilla, hemos inclinado la frente. ¿Nada más?

Nada más porque nos falta… el Hambre.