|
“... Cambia el ambiente con las vacaciones, pero uno lleva siempre a cuestas su yo, con sus preocupaciones, con sus aprensiones, con sus ideas sanas o heridas... Quiero decir que no hay vacaciones para el yo de cada uno, por mucho que cambiemos de gentes, de horarios, de paisajes. Sí que , por lo menos, es tiempo de pararse un poco y ver pasar esa vida veloz que nos recorre y que a veces quiere tragarnos, arrasando esos montoncillos de propósitos y de proyectos que, de vez en cuando, hacemos.
Pero hay que seguir siempre. Y yo pienso — por ejemplo, ahora — en nuestras responsabilidades acerca de la ética, de la formación moral e intelectual de esa muchachada que tenemos entre manos. O que se nos escapa de las manos en cuanto nos descuidamos, para incorporarse al mundo —mundo en el sentido peyorativo de la palabra, mundo como enemigo del hombre— en lugar de afanarse por la erección de ese auténtico mundo mejor del que tanto se habla y por el que tan poco se hace.
...Que Dios siga teniéndonos a todos de su Mano. Sí; todos somos como párvulos que tenemos que ir de su mano. Y no manipuladores de la Mano de El. Que también hay quienes quisieran llevar de la mano a Dios.
... El tiempo avanza y pronto llega de nuevo el curso. Quizás lo primero sea acogerlo con ilusión y sin desgana. Sin creer que vamos a arreglar el mundo —ni siquiera el pequeño mundo de nuestro Colegio — de un brochazo; pero sí señalando modestamente el programa de cada día. Sin utopías y sin desalientos. Con serenidad y sin pereza. Con esperas y con Esperanza. Sin falso celo, sin rencillas, sin mirar demasiado a derecha o a izquierda, dedicados a nuestro trabajo. Y estableciendo las precisas prioridades y jerarquizaciones en el afán, en el propósito”.
|