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¿El hombre? Cada vez más información, más datos para su conocimiento, pero quizá su concepto se nos aleja. Y el caso es que cada uno tiene la experiencia de sí mismo y puede que esto baste. "Yo sí se quién soy", decía Don Quijote, y ahora Carlos Rojas, en el libro que ha escrito sobre Azaña hace repetir en más de una ocasión las mismas palabras al último Presidente de la Segunda República cuya vida, ciertamente dramática, ofrece en la biografía doblada de novela del "premio Planeta" aspectos bastante equívocos. Probablemente, en el fondo, la equivocidad es cosa bastante humana. ¿Quién tiene ideas, actuaciones, fervores y deseos totalmente inequívocos? Pero volvamos al nombre a quien muchos se empeñan en calificar como "ese desconocido". La "incógnita del hombre" que decía Alexis Carrel no se despeja. Definiciones apelando al próximo género y a la última diferencia, no faltan. "Homo erectus", "homo sapiens", "homo ridens", "homo econimicus", "homo religiosus"... Se dijo también que "es el animal que cuece sus alimentos". Y, ¿por qué no decir de él: "Hombre, animal vestido"? En resumidas cuentas, en cuanto a lo externo se refiere, no cabe entre el hombre y el resto de los animales una diferencia más señalada y ostensible que el vestido. En lo externo, sí; pero a través de lo que salta a la vista es como constatamos en muchas ocasiones cualidades y calidades que precisamente por fundamentales permanecen ocultas. Así es que no constituiría un disparate decir: Dime cómo vistes y te diré quién eres. Porque incluso dentro de cualquier moda, hay siempre un margen para lo personal y el vestido es señal del estilo. Porque "sabía quién era", vestía Don Quijote armadura y celada y yelmo. Pero para cualquiera, el detalle más accesorio —llevar corbata o no, llevar o no llevar sombrero, usar correa o tirantes, la forma de la americana— es significativo. Y no digamos en la mujer. En otras épocas, el vestido ha tenido una importancia mayor. Yo creo que porque en otras épocas el hombre se conocía mejor y sabía quién era. El hecho de que hoy a la primera oportunidad, hombre y mujer esquematicen su indumentaria, aligeren su ropa e incluso se desnuden públicamente siempre que puedan, enseña que el concepto que tienen de sí mismos se borra o se debilita. ¿Regreso a la Naturaleza? Puede que sí. Pero ahí está la cuestión. El hombre no es únicamente naturaleza, el hombre no se agota en el animal que le sirve de sustentáculo. Y precisamente el vestido es el signo o la plasmación del sobreañadido, es decir, del "plus" de espíritu que eleva al "animal racional" sobre el resto de la escala zoológica. La civilización comienza con la hoja de parra y continúa con las plumas en la cabeza. De lo que no cabe duda es de que las épocas más cultas han sido las épocas mejor vestidas. Tengo la impresión de que cada idea, cada invento, cada costumbre, cada creencia, han sido como "vestiduras" que han arropado a la persona humana frente a la simple ignorancia que no es sino una desnudez. Bien abrigado de cultura, el hombre ha podido erigir su auténtica "constitución" sobre-animal. Apelando al texto bíblico, también cabe pensar que la cultura es la segunda naturaleza que, tras la caída original, vuelve en cierto modo a acercar al hombre a su primer estado de privilegio. Y que el "ganarás el pan con el sudor de tu frente" es la condena que lleva aneja una esperanza. Pero el hombre comienza la tarea de rehabilitarse, cuando empieza a trabajar, inicia la empresa de vestirse. Porque es distinto del resto de los animales, porque sabe quién es, fabrica sus instrumentos, cuece sus alimentos, eleva la frente al cielo, esboza en su semblante una sonrisa, guarda para mañana la provisión que hoy le sobra y... se cubre con una zamarra. Y entonces, ya, ni su mente, ni su corazón, ni su cuerpo, están a la pura intemperie. Hombre, animal vestido.
Será que ahora la parábola de la cultura inicia su descenso. La tendencia a una manera de desvertirse y al desnudo zoológico —no ya al estético y limpio desnudo heleno—, ¿manifiesta un deseo de vuelta a la Naturaleza? Pero ya se ha hecho notar que no es igual estar desnudo que estar desnudado. La nueva cultura que muchos buscan sin encontrarla, no camina en pos de una inédita sabiduría ni postula un deseo de acercarse a la desnudez de los orígenes. Lo que se pretende con esta "metodología de ruptura" —y de ruptura radical—, dominante en ciertos sectores, no es un deseo de desnudez, sino un capricho de desnudarse de razones, sentimientos, bellezas que la cultura fue allegando para abrigo y adorno del "homo sapiens". Sobre todo la cultura occidental está en pleno trance de "strip-teasse". Hay un paralelismo en los espectáculos y en la vida. La gente se quita de encima sanísimas ideas y sanísimos principios, con el pretexto de una desmitificación. Pero desnudados de creencias estamos muy mal; se nos reconoce peor. También se nos ve menos hombres, o se nos ve peor, cuando nos quitamos la camisa. Y quizás, incluso, cuando tiramos la corbata.
Me escribe mi hijo y me dice que en su colegio le indican que todos han de llevar corbata al comedor en un día determinado. Así distinguen en el colegio una fecha de celebración. Puede que haya personas a quienes fastidie este detalle. A mí me gusta. Porque es significante. Porque muestra un síntoma. Manifiesta, en su fondo, un deseo contra corriente. Ahora la corriente es desvestirse. Para pensar, para estudiar, para bailar, para comer. ¡Quién sabe! Puede que volviendo a la corrección del vestido, regresemos poco a poco a otras correcciones. Detrás de la corbata y de la camisa limpia hay siglos, muchísimos años, de cultura y de espíritu. No se trata de resucitar modas y modos. Creo que, simplemente, sencillamente, se trata de hacer una pequeña advertencia. Se trata dé recordar:
—Cuidado. De vez en cuando hay que reflexionar sobre la conveniencia de cubrirnos con las verdades que la Historia ha ido acumulando, desconfiando un poco de nuestras desnudadas opiniones a cuerpo limpio... o sucio. De vez en cuando hay que ponerse la corbata como señal, como síntoma de que seguimos sabiendo de nosotros mismos. En un deseo de no abominar del hombre, "animal vestido"... y distinguido.
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