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En nuestros días no hay compartimentos estancos. Ni lo llamado trascendente está separado de lo banal por paredes de cal y canto. A lo mejor, la moda en el calzado tiene relaciones secretas con los últimos modos filosóficos. A mí me resulta curioso leer de vez en cuando las crónicas de modas. Estimo que, en bastantes ocasiones, acusan el reflejo de lejanos o próximos cambios meteorológicos de las ideologías siempre versátiles. O el pronóstico de tronadas sociológicas más o menos inminentes. En la moda pasa lo que en la Bolsa. La Bolsa es de una gran sensibilidad. A pesar de que la guerra es un negocio para la gran industria U.S.A., resulta que ahora, ante la posible cesación del conflicto vietnamita, la Bolsa neoyorquina sube. A primera vista, resulta paradójico; pero los conspicuos explican el caso diciendo que la Bolsa tiene la suficiente "inteligencia" para ver un palmo más allá de sus narices; que la prolongación de la guerra está creando en Norteamérica un confusionismo, un descontento, una desmoralización y una hartura cristalizada en protestas y en perezas, cuyos efectos a la larga no tienen rentabilidad alguna. Alegrémonos —piensa uno— de que la Bolsa, en sus finos barómetros, empiece a avisar a los políticos. Las lecciones morales llegan a veces de donde uno menos sospecha.
Pero sigamos con la moda. ¿Cómo es la moda del calzado este verano? Leo que se vuelve al coturno griego, más o menos sofisticado; que va a «desaparecer el ante; que va a pujar el charol; que van a abundar los colores chillones y combinados; que los «tacones van a ser altísimos; que se darán los adornos metálicos en los modelos de vestir. En cuanto a los tejidos, que predominarán los rayados sobre los estampados... y que los blancos van a recobrar una hegemonía que no debieran haber perdido nunca. Se le ocurre a uno preguntar: La moda, ¿se impone como una ley a tambor batiente o emerge ya conformada de la base social? En esto, como en tantas cosas, los tiempos han cambiado. Dicen que hoy la "alta costura" está en crisis. Es natural en una etapa de la civilización en que la autoridad es discutida, no ya en las personas que la ejercen, sino, por así decirlo, en su misma ontología, o en su misma razón de ser. Christian Dior era, respecto a la elegancia, una especie de dictador. Pero ya no hay quien admita que un dictador puede tener buen gusto. Ni quizá se cree, así como así, en el buen gusto. ¿Qué es el buen gusto? Lessing y Goethe tenían fe en el buen gusto. Era como una alta estrella en el Arte, en la Literatura, en la Ciencia misma. Acaece que, actualmente, los gustos suceden al Gusto, como los Estados Generales sucedieron a Francia a la monarquía absoluta. Pues bien: Nuestra moda juguetea con los gustos y deshace, como los gatos traviesos, los ovillos que preparan los modistas. Entonces los modistas se desconciertan un poco y hacen como que juegan ellos también. Juegan a jugar. Y lanzan lo imprevisible. Así surgen novedades promiscuas muy... interesantes. El barroco del calzado con adornos metálicos, el énfasis del tacón altísimo, ¿cuadra mucho con la minifalda? Pero ahí está: El talante de nuestro tiempo va por ese camino; se trata de que no nos cuadren las cosas, de que las ideas no se adapten formalitas a sus marcos, de que no se miren las verdades desde la perspectiva de la lógica. ¿Vivimos un tiempo vociferante? Pues por eso los colores que gritan. ¿Sirve para algo la modestia? Pues ¡fuera el ante en el calzado! El ante tiene la difícil virtud de ser vistoso sin herir la vista. En cambio el charol es una baladronada. Y ¡qué audacia esta petulancia! El charol, negrura total, aspira al brillo total.
Bien. Nuestra época es como es. Y es mil cosas al par. ¿No siente, incluso, ella tan compleja, la nostalgia de la ingenuidad? Después de tanto grito y de tanto ruido y de tanto color, se cae en la cuenta de que también el silencio y la blancura valen. ¿Será por eso por lo que —leemos— "los blancos volverán hegemónicamente a las guardarropías?"
Bueno: Eso es lo que se escribe. No hay que fiarse demasiado. Ni la moda ni el tiempo, ni los comportamientos mentales, pueden predecirse, sin riesgo a equivocarse, con cuarenta y ocho horas de anticipación: Al menos en 1972.
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