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Y a esto íbamos: la pedagogía de formación de la personalidad que entraña la noche oscura de San Juan de la Cruz, consiste en una consigna "Niégate", que haga de complemento del "Conócete" de Sócrates. Hacer noche dentro de nosotros, ¿qué es? Es hacer sitio, precisamente, a la persona. ¿Cómo? ¿De qué manera? Arrancando la mala hierba, extirpando ignorancia, dirigiendo vertical hacia arriba la llama de la pasión en serenidad afectiva en lugar de dejar que la lengua de la llama se doblegue al impulso de los vientos que surgen por doquier, a derecha e izquierda.
Y claro que sí, amigos, esto se llama renuncia, esto se llama ascetismo. Palabras que hoy están en baja, en descrédito, con entera injusticia. Pero el ascetismo, que viene de ascesis (palabra griega que significa entrenamiento) es necesario para estar en forma. ¿Es que solo tienen que entrenarse Iríbar o Vázquez para jugar contra Grecia, o contra Yugoslavia?
El entrenamiento, la ascesis, la renuncia, para guardar la línea espiritual, la agilidad del espíritu, fue preciso en el medioevo, es preciso ahora y lo será en el año dos mil, si es que somos sinceros al decir que hay que conservar los valores y ennoblecer la persona; si es que, en una palabra, queremos seguir conociendo y seguir amando.
Oíd a San Juan de la Cruz: "Ni ya guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, que ya sólo en amor es mi ejercicio". Oídle, porque en el ejercicio activo del amor está la clave, el secreto de la ciencia y del conocimiento.
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