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Pascal escribió a los trece años su "Tratado sobre las secciones cónicas" por pura afición, por pura vocación científica. Y en plena madurez, sus "Pensamientos", esa obra que yo recomendaría a todos los profesionales de la angustia pintada o psicodélica, de la angustia exhibicionista que hoy circula por ahí. Porque los pensamientos de Pascal son el reflejo de una inquietud, de un movimiento, de un dinamismo que surge de la presión interna, agitada de hervideros entrañables. Pero es angustia que se resuelve en honda religiosidad, en vertical anhelo de "caña pensante", como el mismo Pascal decía, en definitivo Amor. Porque Amor en él, como en San Juan de la Cruz, era su ejercicio, su principio de conocimiento. Amor era el esquema que estructuró su existencia, su persona. "Ni ya guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, que ya solo en Amor es mi ejercicio".
Amor desde todas las vertientes: Amor al saber, amor a la naturaleza, amor al hombre; tres líneas que concurren al vértice del amor a Dios, es decir, del Amor a la Verdad. Para eso, hemos de hacer la renuncia, el vacío a mil trivialidades que se nos disfrazan de trascendencias, a mil vicios con capa de virtudes, a mil abdicaciones so capa de aperturismos, a mil egoísmos con apariencia de sincerismos, a mil blasfemias con dosel de novedades, a mil pecados con bisel de "puestas al día". Para eso hemos de guardar una pureza de noche con las estrellas en lo alto. Una noche que no teme ser noche, sino que asume la noche, porque espera la Aurora.
Ser Persona es esperar. Si se espera, se cree y se ama. Si se cree, se ama y se espera. Si se ama, se cree y se espera. Estupenda Trinidad: tres aspectos de una única verdad. Noche Oscura, ascesis, vela de armas en la disciplina, para la educación de la persona que es en suma la educación de la libertad.
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