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24 Diciembre.–
Hay colores que no se ven, pero que existen. Bueno; se perciben, pero no se sabe decir cómo son. Así, la Nochebuena tiene un color que registra el alma, más que los ojos. Es un color más allá de los colores. Es un clima... No sé cómo decirlo. Pero alguien puede entenderme.
La gente quiere ponerse contenta porque ha nacido Dios. Y busca inspiración para la alegría en la botella. Demasiado burdo, si uno se dedica a pensar un poco. Sin embargo, cada uno busca hondo lo mejor que le queda dentro. Cualquiera que no sea estúpido sabe que va a encontrar poco. Poco que ofrecer a Dios. Pero siempre hay un ahorrillo para dedicárselo.
Claro; lo que se conmemora es glorioso y dramático. Dios se hace Niño. Algunos teólogos han dicho que no pocos ángeles se escandalizaron, en el Cielo, cuando se les dio la noticia. Dirían: No va con su Rango. Sin embargo, la Navidad fue un Hecho. Y ya vamos con mil novecientos sesenta y cuatro años de eso. Pero creo que aún no hemos reaccionado lo suficiente ante el Suceso. Hemos llegado a verlo naturalísimo: Dios hecho Hombre. ¿Respuesta nuestra al Gesto divino?: ¡Diez duros para la Campaña de Navidad!
25 Diciembre.–
Los pobres no se terminan. Se dice que cada vez hay más pobres. Que dos tercios de la Humanidad pasan hambre. Pero ahora hay una inquietud social. Existe conciencia del problema. Esperemos que a la conciencia del problema siga la solución.
El derroche –alguien dice el lujo– de cierta gente no tiene fin. Se afirma que cada día hay más personas que gastan cantidades enormes en cosas superfluas. Existe conciencia del problema. Esperemos que la conciencia del problema siga la solución.
Las luchas entre los hombres no se acaban. Más conflictos. Guerras locales. Guerras de armamentos. Hay, por supuesto, conciencia del problema.
Afán de poderío, dinero, obsesión sexual. Los primeros planos de la sociedad actual nos ofrecen ese «cuadro». Y hay «conciencia del problema».
Pienso si la conciencia, cargada de trabajo, no debe aumentar sus oficinas para el despacho urgente. Un compañero de bachillerato me decía en una ocasión: «Ya me he leído todos los problemas que vienen en el libro de Matemáticas». «¿Y las soluciones?», le pregunté. «Las soluciones no vienen en el libro», respondió casi ofendido.
28 Diciembre.–
Los inocentes. El día de la broma. Es bueno bromear. La risa está esperando una ocasión siempre. Es un mecanismo preparado por la Providencia. Si todo el mundo ha llorado, son más las veces que ha reído. La risa es inteligencia. Los animales no ríen...
Y si no existe la risa, se inventa. Por eso el día de los Inocentes. Se levantan pequeñas trampas y el inocente cae. Pero ríen los dos: el burlador y el burlado. Si la «inocentada» pudiera montarse a alto nivel, a escala internacional, el mundo entero se carcajearía y puede que se sentasen así las bases para una paz mundial. Un guasón me decía: «En la broma está el principio de la sabiduría».
31 Diciembre.-
Otro problema: el tiempo. Si existe el tiempo o no, allá los filósofos, mientras para discutirlo tengan tiempo. Pero el hecho es que a los hombres normales el tiempo nos viene pequeño. No existirá –si los filósofos se empeñan–, aunque nosotros lo contamos, lo medimos, lo pesamos. ¡Lo cuidamos! Lo piropeamos, porque es oro. Pero no nos alcanza. Veinticuatro horas al día son poquísimas. «No tengo tiempo para nada»; he ahí el «slogan» del hombre de hoy.
Cuando llega fin de año, la meditación del tiempo nos acucia con más intensidad. Y entonces cometemos la ingenuidad de creer que el año nuevo va a charolar nuestra vida. Y establecemos nuestro horario nuevo. Desde ahora las horas no pasarán sobre nosotros, sino nosotros sobre las horas. ¿Una copa para celebrarlo?
La noche de San Silvestre fue siempre un poco sentimental. ¡Eche, mozo, más champán!
Doce uvas. Doce precisamente. Figúrense Vds. qué pasaría si para después de las uvas, faltase el coñac. Pero nos empeñamos en seguir creyendo en que lo importante son las uvas...
1 Enero.–
Día vacío. Año Nuevo tiene eso. Empieza hueco. Es como una bolsa sin estrenar. Mañana empezaremos a llenarla, y a vaciarla. Año Nuevo amanece sin color. Sosera. Esa vida nueva que íbamos a empezar, empezará el lunes. O el martes. Siempre hablando de hacerse nuevo y el hombre no es sino un depósito de tradición. Tradicional su estómago y tradicional su pereza. Tradicional su riñón y tradicionales sus pecados. Porque hay que ver qué antiguos son los pecados. Y ¡cómo han llegado, igualitos, sin modificar, al hombre moderno, a través de las edades! En cambio hay virtudes sin estrenar... ¡Si nos decidiéramos a ser nuevos adoptándolas!
6 Enero.–
Va a bajar, lentamente, el telón. La Navidad termina. Pero antes, Baltasar, Melchor y Gaspar dejan los juguetes en la chimenea.
―Papá, ¿los Reyes vienen en camello o en tren?
―En camello, hijo.
―Pues, ¿cómo han llegado aquí tan pronto? Anoche salieron en la tele, en Madrid.
Razonar, ¡una lata! Si quieres ser feliz como me dices...
Miguel H. Uribe
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