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- Me aburrí, chico.
- Pues yo, lo pasé fenómeno.
Es frecuente oír estas expresiones. Pero cualquiera sabe que son frases hechas. Hay quienes se aburren para poder contarlo después, porque existen quienes encuentran bastante “chic” eso de decir que se han aburrido en una excursión o en una fiesta. De la misma manera, están los que se divierten para referirlo al día siguiente en la oficina.
Cada uno presume de lo suyo. El veraneo es tiempo de eso. Se cambia de ambiente y hay para todos los gustos: para despreciar al mundo en una hamaca con un cigarrillo en los labios, y para bailar al son que nos tocan. En el verano y en el veraneo hay sitio para el filósofo, para el gandul, para el tonto, para el listo y para el frívolo.
- ¿Qué has hecho este verano?
- Yo pescar.
- Yo viajar.
- Yo enamorar.
- Yo estudiar...
Pero no; ni se pesca, ni se enamora, ni se estudia. Y si se viaja es casi por convencionalismo. Al fin, el verano no es para lo trascendente. Pero son estupendos el verano y la vacación porque, hasta cierto punto, al liberarnos un poquito, marcan el índice de nuestras posibilidades. Pensamos durante la vacación en lo que haríamos. En lo que haríamos si...
Preguntas de verano:
- ¿Qué harías tú si vivieras en este pueblecito?
- ¿Qué harías tú si fueses ese señor millonario de la esposa gordísima?
- ¿A qué te aficionarías si siempre tuvieses que convivir con estos amigos?
Nuestras posibilidades abren su abanico. Resulta que uno puede intentar aún muchas cosas. Uno lo piensa al contacto con otras gentes y al comparar su vida con la de los demás. Como resultado del “andar” y “ver” surge, por tanto, el “Y si yo...”
- Y si yo me dedicase a otra cosa...
- Y si yo dejase a aquella novia por estas...
- Y si yo me decidiera a...
Durante la vacación no hacemos nada trascendente, pero la vida de cada cual pendula, solicitada aquí y allá. Y nacen inquietudes chicas y grandes. Y hasta propósitos que comienzan, invariablemente, por esta frase: “Desde octubre en adelante...” Porque todo se deja para el lunes, si es viernes, o para octubre, si es agosto. Mientras, a zigzaguear, a beber en todas las fuentes (¡cuidado con las fuentes!), a ver sin mirar y a mirar sin ver. Porque el verano y la vacación tienen eso: se ve más que se mira, o se mira más que se ve. Rara vez hacemos coincidir –y es la pereza del calor- la atención con la impresión.
Pero llegará octubre, claro está:
- ¿Cómo lo pasaste?
- Me aburrí, chico...
- Pues yo lo pasé fenómeno.
Y nadie sabrá, en realidad, cómo lo pasó nadie. Porque ¡vaya usted a saber! Y los recuerdos estivales se encogerán arrugaditos cuando llegue el viento de noviembre. Cada mochuelo a su olivo. Pero... ¿es que de verdad cada mochuelo tiene su olivo?
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