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Antes –en mis tiempos de niño- llamábamos a la vacación con otro nombre. Le decíamos “hacer punto”. ¡Qué poco tiempo queda para que hagamos punto!, nos alborozábamos cuando pasaba el día de la Purísima.
Muy gráfica la expresión, ¿verdad? Tras el trabajo, el descanso. Punto y aparte.
Pero están los puntos suspensivos... Quiero decir que están los que “redactan” su curso, a base de puntos suspensivos. Los que intercalan descansitos, vacacioncitas, puntitos, a todas horas. Los que decaen a cada instante. Los que deslíen su esfuerzo de cada día en la pereza de cada momento. Los que dejan, en fin, incompleta la frase: la tarea. El “punto” de las vacaciones, pues, no supone para ellos ninguna novedad.
¿Y hacer paréntesis? Hay muchos estudiantes y muchos escolares que sienten debilidad por el paréntesis. Intercalan preocupaciones dentro de su ocupación; deberes ajenos dentro de su deber, para estorbo de su deber; encargos dentro de su encargo; negocios en el interior de su negocio que nada tienen que ver con su auténtico desempeño.
Destapáis, analizáis el trabajo de esos estudiantes y veis que su caja contiene otra caja que, a su vez, contiene otra caja... O sea que no guardan en su caja sino cajas. Y además, por lo general, vacías.
Un ejemplo: hoy no puedo venir a clase, porque me ha llamado el Padre. Y luego: Padre, hoy no puedo venir a verle porque antes necesito un rato para poner en orden mi conciencia. Y después: hoy no puedo ordenar mi conciencia porque me duele la cabeza. Y más adelante: hoy no puede preocuparme de mi dolor de cabeza porque tengo que escribir esta carta que ya no puede aguardar...
Ni padre, ni orden en la conciencia, ni dolor de cabeza, ni carta. ¡Paréntesis! ¡Paréntesis dentro de paréntesis! Maraña íntima. Ganas de...
¿Y las comas? Hay quién redacta con comas, a base de bien.
Comas intempestivas, a troche y moche, a destiempo. Así se pierde el orden. Enganchamos palabras donde no deben estar. Sustraemos palabras de su sitio. Las desviamos de su sentido. Como el que escribía: “tengo, muchas ganas de verte; el lunes que no lo olvides”. (Como si pidiese: no te vayas a dejar el lunes en la mesa de noche.)
Y eso, o poco menos –o poco más- hacemos cuantos involucramos. Los que hacemos pausas donde no deben ir, metiendo actividades del recreo en la clase o de la clase en el recreo. Los que tergiversamos por falta de atención; los que descansamos a destiempo; durmiéndonos en la clase, o recordando a las tres de la madrugada las familias de los insectos. Los que no ordenamos nuestra actividad –claro está- con “puntos y comas”.
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