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Se ha hablado –y escrito- más acerca de lo que no debe leer el niño, que de lo que el niño debe leer.
En mis tiempos se leía en la escuela el “Juanito”, de Parravicini, el “Quijote”, y las “Fábulas” de Samaniego. No estaba desterrado todavía, del todo, “Corazón”, de Edmundo d’Amicis. Ahora todo el mundo asegura que esas lecturas eran absolutamente impropias para los niños. Respecto al “Juanito”, tanto se ha escrito en contra (y probablemente por muchos que, en su mayoría, no lo han leído jamás) que no “pega” que uno se ponga ahora también a censurarlo. Lo cierto es que se le ha caricaturizado demasiado. No era tan repelente como se asegura. Yo recuerdo que tenía pasajes que, leídos por un niño, hacían mella y conmovían. Pero no se puede leer un libro para niños con mentalidad de adulto; estimo de justicia revindicar un poquitín al “Juanito”. No exageremos. Al menos en su tiempo hizo su papel.
En cuanto al “Quijote”, corre el peligro de que, al no leerse en la escuela, ya no se lea jamás. Creo que es pavoroso el número de jóvenes que ahora andan por los veinte años que ni han leído ni piensan leer la obra de Cervantes. Esto es de verdad, tremendo. El “Quijote” sigue siendo nuestra obra cumbre. No hay, para nosotros, formación literaria posible sin él. Ni siquiera es posible, prescindiendo de él, la formación humorística. (Queridos alumnos de la Escuela de Magisterio: si no sabéis gustar del “Quijote”, es inútil que os empeñéis con Albert Camus o con Graham Greene. Creo que nunca hay que empezar la casa por el tejado. El peligro de derrumbamiento es fatal...).
“Corazón” era un libro con muchos inconvenientes; alguno, inclusive, de tipo religioso. Pero también se ha exagerado sobre su “sensiblería”. Y las “Fábulas” de Samaniego... ¡psch! Bueno. Pues actualmente lo que sucede es que no hay libros de lectura –de verdad buenos- que sustituyan a los que antes se empleaban en casi todas las escuelas. No hay que volver, es cierto, a los antiguos que están pasados de moda y resultan a todas luces anacrónicos. Ahora bien, deben salir, deben editarse libros para el niño de ahora que merezcan la pena. Y de verdad que se editan poquísimos. No basta con decir: “Juanito era absurdo”. Hay que crear –o reflejar-, para las lecturas de la escuela, algún tipo de niño, todo lo moderno que se quiera, pero niño desde luego, que resulte congruente. Y no basta con abominar de la “sensiblería” de “Corazón”. Lo urgente es educar la sensibilidad del escolar con lecturas a propósito. Y esto se descuida enormemente. Los chiquillos suelen salir ahora de la edad escolar con cero –cero absoluto- en sensibilidad. Se escribe mucho contra el gamberro, pero no se hace notar que el gamberro es un producto natural. Crece como la hierba donde no hay “cultivo”. Seamos razonables; no nos pasemos de un extremo a otro. Inculcar sensiblería en la infancia está mal; prescindir de la sensibilidad en la educación está peor.
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