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El DOMUND parte de este hecho: Hay hombres con fe, pero son los menos. No obstante, la fe no es un lujo: desde el punto de vista cristiano es, precisamente, un «artículo de primera necesidad». Sin ella, el nivel de vida es bajo. (Pero no asignemos, por favor, a las palabras, una interpretación en exclusiva. Que entendamos que el «nivel de vida» tiene otros capítulos, además y por encima del meramente económico.) Así es que hay de por medio un drama…
—Bueno, bueno. Pero no vayamos a ponernos dramáticos.
—Sí, sí; vamos a rehuir el dramatismo. Pero si el drama existe…
Existe para el cristiano vinculado, por definición, a lo sobrenatural. ¿Es de necesidad vital la fe y, sin embargo, una gran mayoría de gentes carece de ella? He ahí la difícil, tremenda cuestión. O he ahí el «escándalo».
En otros siglos, este problema —paradoja del hombre redimido que no sabe nada de su Redentor— atormentaba a los cristianos. La Historia ensayó para resolverlo, diversas soluciones. Quizá sin fortuna, porque el problema sigue en pie. El caso es que ahora la Propagación de la Fe, a la generalidad, preocupa menos. Se han rebajado notoriamente los ideales y las ambiciones se constriñen a lo material. Realmente, importa más a muchos la civilización cristiana que el Cristianismo mismo. ¿Por qué lo de la «salvación de las almas» suena ya, inclusive en ciertos sectores relativamente religiosos, a «música celestial»? ¿Por qué mientras tanto se insiste —y con tan poderosas razones— acerca de la justicia social, se habla tan poco de la «justicia espiritual»?
En contra de la justicia espiritual está el hecho de que cuando acá, en los países cristianos, la teoría y la práctica de la Religión está al alcance de todos, allá, en las «tierras de infieles», hay personas que desconocen aún el mismo nombre de Cristo. Esta es una consideración tópica, pero que es ineludible repensar… Usted tiene un hijo y lo hace bautizar, ¡qué cosa más natural, pero qué privilegio! Usted lleva su niño a la escuela a los cinco años y las verdades teológicas pasan a formar parte de la organización mental del alumno al mismo tiempo que la tabla de multiplicar y que el abecedario… Entra usted en una iglesia y se confiesa. El «regadío» de los Sacramentos —usted vive en una ciudad o en un pueblo donde siempre es fácil encontrar al cura— beneficia su predio espiritual siempre que usted se lo proponga. La injusticia estriba en que el Cristianismo, tan accesible aquí, se hace difícil, casi imposible, en otros lugares del planeta. Como si el Cristianismo fuese un «cultivo» condicionado a longitudes y latitudes determinadas. Como si hubiese un límite septentrional u oriental de la fe, de la misma manera que existe un límite septentrional del trigo.
Por eso el DOMUND. Las Misiones no son plantas de invernadero. No radican en la China, en el Japón, en la Polinesia o en las estribaciones de los Andes, por rara excepción, a modo de capricho geográfico. No son minifundios de flora exótica. Más bien hay que considerarlas como áreas de cultivo que tienden naturalmente a extenderse y que demandan cada día brazos nuevos. («Maquinaria» nueva también, si se me permite la palabra.) Roturar almas —roturándolas en Cristo— es empresa ardua porque la auténtica espiritualidad no tuvo nunca acogida fácil. Pero las parcelas de Humanidad donde la Verdad no arraiga son terrenos de erial, improductivos, baldíos.
El DOMUND esgrime estadísticas y cifras. Consuelan y desconsuelan las informaciones que el DOMUND brinda. Conforta que los resultados alcanzados vayan cada vez en aumento. Entristece que, a pesar de ello, los esfuerzos ante la magnitud del problema misional aparezcan todavía insuficientes. La Propagación de la Fe es cuestión cardinal del Cristianismo, pero hay quienes continúan minimizándola. Y… ¿no vemos que abundan los que creen que las Misiones, poco más o menos, se mantienen a base de «sellos para los negritos» y de donativos de niños buenos —cinco pesetas por barba— el día de la Primera Comunión?
—DOMUND, DOMUND… Más banderitas. ¿Lo ve? ¿Qué le estaba diciendo? Todo se vuelve sacar dinero. ¡Lo que no puedan los curas!
Y la verdad es que el DOMUND no es una hucha. Es, por lo menos, un Banco: una Empresa. Empresa que, por supuesto, demanda acción —«acciones»— de todos los cristianos. La Iglesia allega Fe, ahorra Fe, la almacena. Y luego la exporta. El flete es el DOMUND.
Cuando la Fe «exportada» llega a su destino, hay miradas que se iluminan y vencen al dolor. Miradas que buscan en el Cielo, más allá de las nubes y de las estrellas. Miradas que no se conforman con las nubes y con las estrellas...
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