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Cuando va a finalizar el verano —gran fuerza centrífuga— Úbeda reagrupa sus fervores y condensa sus entusiasmos, alrededor de la Virgen de Guadalupe. Las fiestas de la Virgen, en Septiembre, polarizan la tradición. Esa tradición que, a veces, creemos perdida. Pero no. Un atardecer de los últimos días de Agosto o primeros de Septiembre vamos a Santa María y ya basta para que dentro de nuestra alma cante el ritornelo de las viejas —sacras— melodías. No hay peligro de que Úbeda se olvide de sí misma, mientras exista la Plaza de Vázquez de Molina. La Plaza de Vázquez de Molina, estancia de belleza y atrio de una devoción. La Plaza de Vázquez de Molina, primero estrofa y, luego, fervorín. La Plaza de Vázquez de Molina, propedéutica del arte para la oración.
Virgen de Guadalupe. Hucha lírica, hucha celestial que Dios ha puesto en la Iglesia Mayor de Úbeda, para recoger las plegarias de los ubetenses. Ahora, el 9 de septiembre, cuando la Virgen vuelva a su santuario, el Señor va a parecer un Niño:
—¿Me traes muchos fervores, Madre?
Y la Virgen pequeñita va a vaciar su alcancía:
—Como siempre, Señor.
Y Ella y Él van a hacer el recuento. Entre el oro de infinitas oraciones, van a encontrar algunas monedas falsas. ¿Qué importa? Allí habrá candorosas oraciones de niño; limpios, bruñidos anhelos adolescentes. Encontrarán onzas de amor y doblones enmohecidos. Hallarán flores y alguna que otra espina.
—Mira —dirá la Virgen— este vejete sólo me pidió cada día el «éxito» de sus cosechas.
—Pobre hombre —dirá Nuestro Señor. Y sonreirá.
—Aquel joven —continuará la Reina— sólo me pedía en cambio el triunfo de la Buena Verdad. Porque, créelo, en Úbeda, junto a mucha madurez demasiado otoñal que empieza a pudrirse, hay también un fermento de sana juventud. Casi son unos chiquillos y pasan desapercibidos, porque aún no «figuran». Pero tú lo sabes. En Úbeda, gracias a Dios hay jóvenes.
—Lo sé —dirá el Señor con el rostro iluminado.
—De todo, de todo hay. También miras egoístas, oraciones orilladas de vanidad, anhelos nobles lastrados de pereza, ideas religiosas a las que falta el sentimiento; sentimientos religiosos a los que falta la idea...
—Trae, Madre, todas las oraciones ubetenses. Aún las que vengan con cardenillo. Vamos a limpiarlas. Vamos a fundirlas todas, Madre, para tu Corona.
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