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Hace veinte años el verano de Úbeda era bastante diferente... El paseo de verano «oficial», empezaba en Santa María, en la Virgen, y terminaba en el carrillo del helado, junto a la tienda de Marcos Medel. Real para arriba, Real para abajo... Si alguien se aventuraba hacia la calle Nueva y el León era por su gusto, pero fuera ya del «buen gusto».
Cuando el reloj de Cobo, en el Real, señalaba las diez y cinco —iba cinco minutos adelantado, ¿sabe Vd.?— las pollitas empezaban a decir que «ya, la última», la última vuelta... pero, en realidad, faltaban todavía cuatro para la antepenúltima. Yo y los demás chiquillos, mis amigos —Anselmo de la Ossa, los Gassó, los Barcina y Paquito Vargas— nos dedicábamos mientras a tirar «cohetes rateros» en la calle Compañía.
No se veían tantos novios como ahora: no digo que no los hubiera, pero no se veían. Precisamente del año 30, poco más o menos, data la primera pareja que «paseó sola», sin «cesta», por las calles de Úbeda. Recuerdo que constituyó un escándalo. Al día siguiente su tía de Vd. le dijo a su otra tía:
—¿Viste la «chiquita» de...? Ayer, por el Real Viejo, sola con el novio...
Aquella pareja hizo la Revolución. En el verano siguiente —el 31— pasearon «solas» ocho parejas... Pero pasearon solos por la Calle Nueva. Todavía tardaron algunos años en pasear solos por el León.
Había cine en la Plaza de Toros. Las sillas costaban un real y las gradas diez céntimos... Se publicaba en Úbeda una revista llamada «Alminar» de la que era director Ramón Ferrerio. Y el diario «La Provincia». Y «Vida Nueva», semanario...
Hace veinte años, poco más o menos, había en medio de la Plaza una torre metálica, muy alta, muy alta... como la torre Eiffel, pero menos. Junto a ella, es donde el célebre Cejudo —el gallito de los chiquillos de entonces— reunía a su Estado Mayor.
Había nada mas que cuatro o cinco aparatos de radio en la ciudad. «Fiesta en el aire» no lanzaba, pues, sus bocanadas de música cantable por los balcones abiertos de todas las casas de todas las calles de todos los barrios... Y, todo el mundo, podía dormir tranquilo, si le daba la gana, la noche del sábado...
Han pasado veinte años, sí... pero en cuanto al calor, ¡parece que fue ayer!
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