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Mayo y Junio son meses de gloria; la liturgia pascual proclama –casi grita- su fervor jubiloso. Ascensión, Pentecostés, Corpus, Sagrado Corazón de Jesús... son fiestas de plenitud. Diríase que la Liturgia que, en Adviento sembró renuncias y en Cuaresma –tras el paréntesis gozoso de la Navidad- predicó ascetismos purificadores, recoge ahora, en la sazón cordial de estos dias, toda una cosecha generosa...
Y es en estos dias cuando florecen las primeras Comuniones. Los niños ofrecen al Señor su promesa de hombres. Dulce penumbra la del alma de los niños, en inocencia todavía, con conciencia ya. Entonces, la Eucaristía –pan de ángeles, "manjar que engendra vírgenes"-, ilumina la eclosión matinal de los chiquillos. Hay un dulce Jesús de Primera Comunión para siempre presente, actuante, en el fondo del espíritu. Cuando el niño crezca, cuando llegue el hombre, cuando la fe se eleve como una palmera en los áridos desiertos del espíritu, cuando el espíritu pronto se encuentre rodeado de la carne flaca... , el recuerdo de la Primera Comunión renovará purezas antiguas y movilizará, ¡quién sabe!, energías que, arrolladas en la cuneta, desertaron al borde del camino...
En Mayo y Junio nuestras Escuelas han exultado en la granazón de la Primeras Comuniones. De todos los centros llega la noticia estimulante. ¿Cuántos niños? En Alcalá, en Linares, en Villanueva, en Osuna, en Riotinto, en Baena, en Montellano, en Andújar, en Úbeda, Dios ha inaugurado su Amor en el alma de quinientos, de ochocientos, de mil, de mil quinientos chiquillos... Dios es ya más nuestro, más de las Escuelas, porque ha multiplicado su Pan entre nuestros alumnos, porque ha habilitado nuevas almas para su Predilección. ¡Aleluya!
He aquí las noticias que, sobre Primeras Comuniones, nos llegan de nuestros Centros.
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