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Saturno tiene nueve “lunas” y, ahora, nos informan de que en una de ellas puede haber vida, por lo idóneo de la temperatura de su atmósfera. Pero llegan noticias más sensacionales y de más lejos. Leo que una molécula formada por un grupo hidróxilo ha sido detectada en una galaxia distinta de la nuestra. Y si nos vamos a ocupar de “novedades” en el mundo sideral, nunca cesaría el chorro. No es el último descubrimiento el que asegura que hay estrellas que emiten Rayos X y que tienen características diferentes a todos los cuerpos celestes conocidos. Si esto es verdad, entra en crisis la misma palabra “Universo”. Porque, entonces ya habrá que aludirle diciendo: el “Diverso”.
Claro que lo “más difícil todavía” no es alarde de circo: es manifestación diaria de un mundo cuya diversidad no se agota. Y que bate cada día un “récord” nuevo. Así, esa señora negra de Monrovia que ha dado a luz quince negritos. Está a la vista; como nuestra hambre de sensacionalismos no se agota, el mundo no cesa de satisfacer nuestro apetito. Lo estupendo es que hay medios para que se nos informe de lo extraordinario que ocurre en la aldea próxima y de lo misterioso que, al mismo tiempo, tiene lugar en la nebulosa Andrómeda. Y tanto podemos enterarnos -viéndolo con nuestros propios ojos- de cómo bajaba las escaleras del Palacio de las Cortes, hace sesenta años, don Antonio Maura, como de la manera que tiene de sentarse en el sillón doña Augusta, la tía de nuestro amigo. Pero esto es una futesta si se compara con las facilidades que se nos otorgan para saber -gracias a los estudios de los etnólogos, de los paleontólogos, delos biólogos y de los químicos- cual era el estilo de vida de uno de esos “ciudadanos de la Prehistoria, “cómodamente” instalados en el planeta hace quinientos mil años o así.
Todo esto es cultura. Leer cada día el periódico da mucha cultura. El periódico nos acerca todo. Y no es raro que, a continuación de desearnos un feliz año nuevo nos hable de los veinte mil años luz ue hay desde aquí a no sé donde.
Todo esto es cultura: pero a lo mejor,cultura que marea si uno se la toma demasiado en serio. Al menos, duele la cabeza. Lefebvre dice que hay que acometer la “tarea de componer y fabricar una cohesión con el rompecabezas de lo fragmentario”.
Lo complejo es que cualquier ciencia se complica porque ya no hay siete colores, sino innumerables colores dentro de cada color. ¿Cómo cohesionar así. A la hora de cohesionar, el mundo se divide, como siempre, entre optimistas y pesimistas. Los pesimistas dirán cómo aquel señor de la caricatura de “Martinmorales” que se acerca al micrófono y dice_ “No es viable nada. Y me parece mucho”. Los optimistas, mientras, se fugan al partido del próximo domingo o se ponen a leer la carta del...menú.
¡Cuánta cosa para preocuparse si uno acepta! ¡Y cuánta cosa para evadirse! Nunca nos cupo tanto conocimiento y nunca se nos reconvino por tanta buscada ignorancia. Porque es cierto que mil veces nos esforzamos por aprender y luego... deseríamos desandar lo andado, desaprender. Y hacemos como si ignorásemos, porque ya dijo aquél sabio del XVII que “quien añade ciencia añade dolor”. Parece evidente que la pretendida “cerebralización progresiva “ nos trae muchos quebraderos de cabeza. Sin embargo, todavía se lamentan muchos biólogos de que el cerebro tgiene zonas aún yermas, que no rinden, que no trabajan, que no se aprovechan. ¿Qué sucederá cuando todos los campos de neuronas se cultiven al máximo?.
En lo que empezamos todos a ponernos de acuerdo es que la cantidad de información, de datos, de conocimientos, va -un poco o un mucho- en detrimento de la formación, de la visión, de la calidad y del estilo de nuestra cultura . No: no hay estilo en el mundo de ahora. Y, ¿hay grandeza?- Realmente el saber algo de casi todo -y con anticipación, como cuando se sabe con dos meses de adelanto el resultado de las elecciones en el Congo- nos hace suficientes, pero nos desprovee de finura filosófica, estética y moral. Salimos a enterarnos de todo y, luego, cuando entramos dentro de nosotros, ¿tenemos sed de merodear en torno a los misterios de nuestra hondura? Ni queremos misterio, ni queremos hondura. Y, con este procedimiento, la multitud de noticias nos harta y no nos hace desear la propia noticia del espíritu.
Y...¿qué es la propia noticia?. Se teme que es una “oscura noticia” y hoy no se hace nada por aclararla. Malraux, en “La condición humana”, desceibe una reunión de hombres obsesionados. No hablan, piensan. Y como el pensamiento les duele, mascan caramelos. “Ahora, cada uno se refugia en su caramelo”, escribe Malraux. Es lo que se suele hacer: Confitar ducedumbres que hagan trabajar las mandíbulas vecinas del cerebro que regurgita pesadumbres. ¿No sería mejor...?
Sería mejor procurarnos luz íntima -auxilio de Quien puede darlo- para la inevitable hora de desasosiego nacido del propio desconocimiento. Pero se prefiere suplir el conocimiento, en este caso, con el seudoconocimiento para enterarse sin comprometerse. Por ejemplo, las “revistas ilustradas”, como opina el doctor Roff Carballo, lo explican todo “por poco dnero y con poco esfuerzo”, sobre todo, “gracias a los dibujos en color y a las magníficas ilustraciones”.
Puede que estemos ganando en civilización lo que menguamos en cultura; en extensión deideas lo que perdemos en intensidad de ideal. Esto ya está más que dicho, pero nadie quere “regresar” (?) al ideal. Mientras tanto, día a día, el martilleo de la predicción de auténticos o falsos apocalipsis no cesa: contaminación, saturación humana del planeta, agotamiento de las materias primas, etc. No hay que llegar a creer, como pensaba Lichtenberg (y la frase parece una “boutade”), que “terminará la humanidad cuando ya no haya más salvajes”, pero parece que si hay que temer a una sociedad y a unos hombres que, a fuerza de ser supercivilizados, escriben su filosofía y sus novelas intentando convencernos no ya de que la vida es absurda, sino de que es poco inteligente esperar que tal absurdidad se mitigue o desaparezca. Mucho pintor y mucho artista , y mucho poeta, y mucho cuentista -quiero decir, escribidor de cuentos- hay por ahí empeñados en hacer de la confusión, de la oscuridad y de la desorientación un convenido “statuquo”. Yo diría que hay mucyos intelectuales a quienes les encanta fabvricar angustias y manufacturar oscuridades. Lo que no les impide, en muchos casos, llevarse la gran vida.
Bien; más honda, menos cortical que estas ocuridades labradas y cosechadas, está la íntima oscuridad del hombre. Pero es una oscuridad presta a hacerse luz si se busca a Dios en ella. (¿Dios? Hay gente que ya no quere nombrarlo. Como antes había gente que evitaba nombrar al diablo).
Hay células vivas que emiten señales ultravioleta. En el año 78 se pondrán de moda los bolsos de caballero. Los científicos rusos han descubierto una nueva forma de carbono cristalino: el carbín. El problema del aparcamiento se ha vuelto angustioso en Nueva York. Todo esto nuevo se sabe. Pero, “¿quién enseña a Elena a no embrollar sus deseos, sus virtudes; a no tener por alma una masa confusa?”. Esto son palabras algo viejas. Las escribió Giraudoux haceyo no sé cuántos años. Pero vienen ahora como anillo al dedo.
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