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Orientación profesional. Tema trascendente en Educación. Tema importante también en el campo sociológico. "¿Qué será este niño?" Pregunta eterna ante cualquier chavea.; pregunta de los padres, de los educadores. La cuestión se ha diluído con frecuencia en puntos suspensivos. Pero la Orientación Profesional trata de suministrar atisbos, datos para la respuesta.
Siempre, la elección de profesión o carrera -y apenas hay elección tan decisiva como ésta- ha sido más o menos improvisada. Nunca meditada, quizá, con el ahinco que merece. La ocasión, el azar, la afición momentánea del niño o del joven en trance de elegir, el interés, la tradición familiar, la convención... han oficiado, por lo general, de motivos determinantes. Y la respuesta a la pregunta ha nacido hecha; es decir, no ha nacido propiamente, porque en algún cielo ignoto (sospechoso de clandestinidad) ha sido preestablecida: "Este niño será médico como su padre". O, "tan buen carpintero como su abuelo será este niño".
Determinismo pecaminoso sin duda alguna. Otras veces interviene un exceso de optimismo * :"¡Este va para ingeniero! ¿No veis que prefiere el juguete mecánico al balón de reglamento? ". Y frecuentemente, luego, la circunstancia económic a ha hecho lo demás. ¿Veinte mil pesetas * de ingreso mensual tiene el papá? Pues el niño será, por lo menos, abogado. "¿Cinco mil pesetas?" Pues entonces el niño tiene vocación de oficinista o quién sabe si de maestro. Si los ingresos no sobrepasan las tres mil, ¿no está claro que el chiquillo tiene su porvenir en la albañilería?.
Por fortuna las circunstancias han cambiado. Hay, -empieza a haber ya- oportunidades para que ni motivos de tradición ni sugestiones económicas, constituyan el factor predominante en la elección de profesión o carrera. Pero, además, la necesidad sociológica de que el hombre rinda y rinda mejor -vivimos una época que trabaja, en todos los aspectos, contra reloj- hace que surja un interés en hacer coincidir a cada hombre con su puesto. Porque quien ocupa su puesto está satisfecho y quien está satisfecho produce. Y produce, si no el ciento por uno, el dos por uno, que ya es algo...
La Orientación Profesional es una función más de nuestro tiempo. Hay que decir a cada muchacho, cuando sale de la escuela, cuales son sus aptitudes. Ni su familia, ni su poco o mucho dinero, ni él mismo, saben generalmente nada de sus aptitudes. Cada uno sirve para una cosa, y no por un capricho del destino, sino, seguramente, por una providencia especial de Dios. Y se tiene una disposición para las matemáticas, o para la destreza manual, o para pintar lienzos, o para escribir novelas, o ganar pleitos, o ayudar a la curación de una úlcera de estómago, como se tiene una nariz larga, unos ojos pequeños o el cabello rubio. Pero ¿quién va a poder dictaminar, con responsabilidad y científicamente, con poco riesgo de equivocarse, ya que sin ningún riesgo es imposible, una vocación?. La Orientación Profesional, que es ya una técnica, producto de muchos conocimientos pesados, medidos y contados, afronta hoy con serenidad y total dominio la cuestión.
Para ello, en primer lugar, la Orientación Profesional rec urre al expediente psicológico. El hombre -el joven que vive entre la escuela y la profesión, en el tremendo interregno de los doce, de los trece, de los catorce años...- es ante todo una organización vital en la que la psique, el alma, actúa de protagonista. Existe pues, la imperiosa urgencia de estudiar el alma diferenciada de ese joven, de ese hombre, de esa mujer en ciernes. ¿Que clase de alma informa a esa persona? Superadas las ingenuidades psico-físicas de Wundt y de Weber, que creían, poco más o menos, que la anatomía y la fisiología se enlazaban fatalmente con el acto espiritual, de la misma manera que el resorte repercute inexorablemente en el timbre; superando, digo, estas ingenuidades, la psicología estructurallista (la psicología del hombre concreto) sustituyó la mecánica psico-métrica -tan candorosa- por el informe global. Y el alma -o la persona- pudieron ser apreciadas y justipreciadas, hasta cierto punto, en un conjunto organizado.
No es que la psicología estructuralista carezca de errores y haya tomado a la verdad -siempre zahareña- por la cintura. Pero ha proporcionado preciosos indicios para el pronóstico y diagnóstico de los espíritus. Y por ende, de las aptitudes. Y como consecuencia, de la vocación particular. Ha logrado en fin la moderna psicología -no tan moderna que haya hecho caso omiso de la antigua- bases inapreciables para la Orientación Profesional. Si bien no deberá atenderse exclusivamente a ella y a sus suministros, porque más allá de los datos late siempre el misterio de las almas. Misterio del que tan acertadamente ha escrito Marcel. Misterio no inventariable, como que es hechura y hasta aposento de Dios, que está por encima de cualquier prudente, sopesado y comprobado informe puramente científico. (Por eso, entre paréntesis, al profundizar en las honduras del alma no pueden olvidarse jamás los dictámenes de San Agustín, cuya pretendida caducidad se desmiente cada día).
La Orientación Profesional, en fin, se sirve de la psicología del niño o del joven, investigando mediante procedimientos de diversa índole, a fin de constatar sus características diferenciales y, con ellas, las aptitudes para una profesión determinada del sujeto en cuestión. Contando con que el informe psicológico vaya asesorado del informe antropométrico. No es lícito desconocer que el cuerpo acompaña al alma y que inclusive la destreza para ciertas profesiones exige una disposición especial de lo anatómico, de lo somático y de lo fisiológico. Contando con que el psicólogo, el pedagogo y el médico trabajen de acuerdo y complementen sus aportaciones, el primer paso hacia la Orientación Profesional está logrado.
Es el fundamento. Luego el expediente continúa, porque la cuestión es compleja. Pero el espacio de este artículo se termina. Otro día, si Dios quiere....
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