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(Para los estudiantes de Filosofía de las
Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia de
Úbeda)
(Para los estudiantes de Filosofía de las
Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia de
Úbeda)
Fernando Martínez, José Navarrete, Luis Bataná, Juan Bejarano... ¿Quiénes son? Yo quiero hoy airear un poco el nombre de estos estudiantes que no aspiran a ninguna popularidad. No aspiran a ninguna popularidad desde el momento en que dedican sus horas de ocio a preparar disertaciones sobre la “Certeza necesaria y libre”, o “Sobre el problema crítico, el escepticismo y el idealismo de Berkeley”, o sobre la “Filosofía de la filosofía”. No aspiran a ninguna sonada ni espectacular popularidad desde el instante en que ahora, con sus dieciséis, diecisiete o dieciocho años, se
esfuerzan en destacar, no en el campo de deportes de tal o cual capital, villa o poblacho, sino, precisamente, en el campo poco concurrido de la Sabiduría.
Hace un rato “Mingote”, como todos los días, con su “chiste” (?) de “A B C”, nos ha traído la sonrisa; esa sonrisa tan necesaria –tan redentora- entre las galeradas –llamémoslas galeras forzadas- de las páginas del periódico, remando siempre entre la vorágine de las informaciones espesas de truculencias más o menos internacionales. En el chiste de hoy de “Mingote”, un chiquillo se debate, pensativo, entre dos recortes de la prensa. En un recorte se habla del premio de Sociología de la Fundación Juan March, dotado con quinientas mil pesetas; en el otro, se comenta el ofrecimiento de ocho
millones de pesetas que ha hecho el Real Madrid al futbolista Raymond Kopa...
He aquí que, por inmejorablemente que les vinieran las cosas, no pueden Fernando Martínez, José Navarrete, Luis Bataná, Juan Bejarano, etc., aspirar –renunciada de antemano la aspiración a cualquier popularidad- a una cantidad mayor de medio millón, para después de cumplidos los setenta años. Pero, por muy mal que les fuesen las cosas, podrían estos muchachos aspirar, para dentro de dos años no más, a cualquier elevadísima “prima” con tal de ponerse –con toda el alma- a seguir la senda de Kopa, en lugar de esforzarse en seguir los pasos de Descartes o de Berkeley. El deporte se ha puesto así de educativo, ante la consideración de los educandos.
Amigos estudiantes del equipo de Filosofía de las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia de Úbeda, ¿quién da hoy ocho millones por Renato Descartes?
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Fernando Martínez, José Navarrete, Luis Bataná, Juan Bejarano, etc., dicen, que a ellos eso no les importa. La calle está llena de hombres que ignoran totalmente a Santo Tomás, a Leibniz y a Malebranche, y les va de rechupete.
Pero a ellos, eso no les importa. Precisamente, ellos ayer llevaron un día agitado. Desde las siete que se levantaron en el Colegio para la Misa, hasta la noche, fueron sucediéndose una serie de clases tremendas: Latín, Trigonometría, Filosofía, Pedagogía... Realmente, todos los días pasan para ellos igual. Pero ayer hubo un agravante porque, en los ratos libres, en lugar de dedicarse a chutar con la izquierda en el campo de deportes del Colegio, tuvieron que “preparar” una Academia. Iban a actuar ante el rector, padres y profesores en un acto en honor de Santo Tomás. Las “Academias” no son cualquier cosa. En las “Academias” hay siempre muchos objetantes que hacen caer una lluvia incalculable de “dificultades” sobre los ponentes... Cuando anoche se acostaron, ellos no hacían caso de lo que pasaba en la ciudad.
No pasaba nada: hombres que hablaban en los bares de la deficiente clasificación del Martos C. de F., o de algo por el estilo. El caso es que ellos –dieciséis, diecisiete, dieciocho años de fuerte juventud- conciliaron el sueño pensando en lo que hoy iban a decir, en la “Academia del Colegio”, sobre el idealismo alemán o sobre el racionalismo cartesiano.
Y hoy, -regulados por don Isaac Melgosa, profesor de la asignatura- han dicho en la “Academia” cosas estupendas. Bejarano –por ejemplo- ha esgrimido una ingeniosa objeción contra Unamuno. No ha sido cosa de risa, ¿qué va a ser? Como hace pocos días, otro alumno, en otra Academia, soltó sin inmutarse, con un aplomo maravilloso, con exacta pronunciación latina una Catilinaria de Cicerón, los de hoy, manejaban al “ente”, a la “Aufklärung” o al “Dasein” existencialista, con una prontitud y una soltura que a uno le dejaba pegado a la silla.
Yo no sé, amigos estudiantes de Filosofía de la Escuela de Magisterio de las Profesionales de la Sagrada Familia, a dónde vais a parar. Yo no sé qué os proponéis con vuestras “Academias” filosóficas. Algo estupendo hay en vosotros, porque, desde luego –eso está descartado-, no aspiráis a los ocho millones de pesetas; a los ocho millones de marras. Algo superior hay en vosotros porque ya el hecho de saber con precisión –a los diecisiete años- lo que es la “Aufklärung”, denota que no opositáis tampoco a la popularidad. La popularidad, esa cosa tan barata.
Pero yo he querido dedicaros este comentario en este rincón del periódico. Luego, que quede todo el resto del periódico, si es preciso, para Kopa.
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