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Los días, al pasar, van erosionando nuestra vida. Cada vida es como una roca en medio del mar, cercada por los embates del viento y de las olas.
Por eso nuestra existencia terrena —aún en vida— se va haciendo polvo. Unas veces es el viento brusco de la emoción violenta, otras la lluvia terca de una tristeza; hoy el obsesionante asedio de una inquietud, de un pensamiento hondo, de un fervor..., mañana, ¡quién sabe! Así la roca se desmorona, así la roca se va disgregando.
Y queda el polvo. Polvo lírico de recuerdos, polvo revuelto de nostalgias, de anhelos, de ilusiones. Polvo iluminado.
Queremos creer que también a nosotros la erosión del tiempo nos va arrancando «cosas». He aquí unas poesías y unos artículos que arrebató el viento de cada día y que, ahora, ofrecemos en aluvión.
Nos precedió Almanzor en eso de querer allegar el polvo, pues cuentan que el caudillo musulmán, después de cada batalla, hacía sacudir sus vestidos, con el fin de «ahorrar» tierra heroica para el día de su sepultura. Pero, claro, no es lo mismo. Almanzor pensaba en la muerte al juntar el polvo de sus batallas. Nosotros, en cambio, hemos allegado el «Polvo iluminado» para empezar a vivir en el mundo de la literatura.
Los Autores
[Juan Pasquau y Manuel Fernández de Liencres]
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