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…Y la Cuaresma, precisamente, es eso. Un tiempo de preparación en que se demanda el cultivo de las virtudes cristianas, llamando al pan, pan, y al vino, vino. Un dejar al descubierta nuestra desnudez cristiana. Pero no, no somos capaces. Tememos todos que al decir o al hacer estas cosas se nos tome por demasiado cristianos. Todo el mundo quiere parecer cristiano, pero tiene miedo de parecer demasiado cristiano. Yo mismo estoy temiendo ahora que digáis que esto parece un sermón… El otro día, una excelente persona, sinceramente piadosa, decía que hay que hacer llegar los conceptos cristianos un poco disfrazadamente a la gente porque si no, no van a ser aceptados y se van a tomar por beaterías. Esto, verdaderamente es tremendo. ¿Qué cosa es el cristianismo que hay que disfrazarlo, disimularlo un poco, para hacerlo llegar a la gente? Hablando de fútbol, de modas, de toros o de cine, nadie disimula nada. Nadie dice que sea impropio hablar de estas cosas en cualquier parte y sin tapujos. De lo que no se puede hablar en cualquier sitio es de Religión. Lo que exige ciertos ambientes es la conversación sobre temas altos de espiritualidad. Mucho cuidado, sí; hay que proceder con mucho cuidado. Con prudencia, con tacto, con cautela… ¿Creía esto San Pablo cuando decía aquello de «insta a tiempo y fuera de tiempo»… Es que inconscientemente seguimos relegando la Religión al recinto eclesiástico, al templo. Es que meter a Cristo es nuestras conversaciones, es delicado, hace falta tacto, mucho tacto. ¿Tacto?
No hay quien nos entienda. Se dice que hay que sacar la religión del templo, que los sermones nos los sabemos de memoria, que hay que hacer una labor seglar de capacitación…, y luego, cuando sacamos a Cristo a la calle, escandalizamos un poco, cuando lo llevamos a nuestra conversación sentimos un sutil temor y nos apresuramos a encerrarlo de nuevo en el templo...
La Cuaresma es un esfuerzo por patentizar el espíritu cristiano en el calendario y en la vida particular. Pero ya casi pasa desapercibida; está en decadencia. No cuenta nada para nuestras costumbres. Porque precisamente la Cuaresma puja por hacernos vivir la radical y gloriosa incomodidad de un cristianismo que no sabría disimularse a sí mismo de ninguna manera. Un cristianismo incómodo, ¿quién habla de eso? Un cristianismo patente, manifiesto, insobornable... Eso, por lo visto ¿ha pasado a la historia?
Ahora no existe el Carnaval; apenas existe la Cuaresma ¿No era más cristiano, al fin y al cabo, mantener, vivir la Cuaresma, aún a trueque de que siguiese el Carnaval?
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