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Hay once meses de trabajo y uno de vacaciones. Entonces, próximo el periodo de ocio, el hombre se dice: " Me dedicaré durante treinta días a ser quien soy". Tremendo espejismo. Rara vez sabe el hombre quién es.
Naturalmente, a primera vista, la vacación nos individualiza. Y hacemos, como que nos crecemos. Hay sutiles plantas en nuestro fondo anímico. Por ejemplo, la libertad. ¿Quién puede cultivar la libertad — la suya— desde su puesto de trabajo? Lo tremendo es que cada uno tiene una profesión que le gobierna, por autónoma que su profesión sea. Leyes visibles o invisibles hacen que la propia ocupación nos ocupe. Es el algualcil alguacilado.
Cuando cumplimos el objetivo que se nos encomienda fuerzas externas cercan la intimidad. Es como un sitio. Sitio en el sentido bélico de la palabra. Por eso la vacación suena a liberación. "Ahora yo —dice el vacante— voy a desprenderme de mi profesión como de un vestido. Y mi alma desnuda va a caminar sin prejuicios. Más aún que el cuerpo, necesita el espíritu, de vez en cuando, aligerarse de ropa. Estupendo. Ya está el alma en bañador. Ya el hombre no es el hombre más su profesión. Ya los caminos para el reencuentro están expeditos. ¿Y ahora? Figurémonos que ahora el hombre aprovecha para enterarse de quién es. No tuvo tiempo antes. Comienza el interrogatorio. Imaginemos para el caso el autoexamen de un señor cualquiera:
— ¿Quién soy yo?
—Pues, ¡caramba!, un varón de cuarenta años que...
—Genérico, genérico. No vale.
—Un hombre, perito agrónomo de profesión.
— Genérico, genérico.
—Con hijos...
—¡Bah!
—Un sujeto que cumple con su deber, que se impacienta, a veces, que peca hoy, que mañana se arrepiente, que busca.
—Eso, todos. Pero tú , ¿quién eres? Lo específico, lo único enteramente tuyo, ¿qué es?
—Tengo un nombre y unos apellidos.
—¡Palabras!
—Unas aficiones.
—Que te vienen de fuera, del ambiente.
—Un puesto en la sociedad...
—¡Basta! ¿Te das cuenta? No ves en ti más allá de tus accidentes. ¿Dónde está tu "fondo insobornable"?
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¡Qué tontería! La indagación es absurda. ¿Quién va a ser el buen señor? Pue eso: un hombre, que en vacaciones disfruta de su libertad.
Sólo que... los hombres en trance de diversión se distinguen aún menos entre si. Un músico y un notario, sumidos en la respectiva profesión, apenas se parecen nada el uno al otro. Cuando comienzan a asemejarse de veras es cuando están libres: cuando presencian un partido, de fútbol , admiran una faena de muleta, conducen un "Seat" o se tuestan en la playa de moda. Libremente, todos elegimos lo mismo. ¡Oh Libertad, libertad.
JUAN PASQUAU
ABC SEVILLA (Sevilla) - 21/08/1963, Página 25
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