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En el invierno de Úbeda, la «Fiesta de Jesús» marca una esquina importante. En este Segundo Domingo después de la Epifanía nuestro pueblo dobla un cabo y enfila su proa hacia la Semana Santa. Hemos entrado en la zona de influencia de la Semana Santa. No; esto no es noticia, es algo más. Es que la conciencia de la tradición se hace aquí cada año, y ya por ahora, estilo y empresa. Sonaban esta mañana en Santa María las campanas que convocaban a la Fiesta y en la calle oí decir:
—¡Ya empezamos!
Por supuesto que empezamos, en la rueda de los días, muy niño aún el año, a alinear propósitos. Pero hay una manera de «empezar continuando» que cuadra muy bien a Úbeda. Empezar continuando es la manera de no estar empezando siempre. Estar empezando siempre, ¿qué es sino ir coleccionando fracasos? Quizás en muchas partes va a haber que ir «mentalizando» (horrible palabra) para la tradición; porque la tradición es el recurso que tiene la renovación para no hacerse revolución. Es decir, es la única manera de conseguir que la reforma no provoque contrarreforma. Pero eso, bien se empieza, cuando bien se continúa. Bien se adelanta con el pie izquierdo cuando el pie derecho afianza su talón en el santo suelo. Y viceversa. Hay impaciencias —incluso impaciencias cristianas que Dios perdone— que todo lo confían al salto. Al salto en el vacío. ¡Contra ira, paciencia y... contra impaciencia, tradición!
La Agrupación de Cofradías de Semana Santa, que hace poco ha estrenado nuevo Presidente —Andrés Moreno Siles— se dispone ya a su batalla anual de espiritualidad en Úbeda. El domingo próximo, el Sr. obispo de la diócesis, Dr. D. Miguel Peinado, viene a Úbeda a la fiesta anual de la Agrupación. Viene a poner en marcha sus actitudes que quisiéramos «siempre nuevas y siempre antiguas» que es la manera como San Agustín concebía la Belleza... Comienza el próximo domingo la Agrupación de Cofradías a levantar todos los pabilos de un entusiasmo y de un fervor. Pero ya en este tercer domingo de enero, la fiesta de Jesús ha oficiado de heraldo. En esta fiesta, el Magistral de la Catedral de Córdoba, Doctor Don Rafael Aguilera Ruiz, ha pronunciado un sermón muy elogiado que yo me atrevo a llamar el «sermón de la madera».
En un juego dialéctico —sin vana retórica— de metáforas, ideas y emociones; en un juego oratorio de tonos patéticos en ocasiones, el doctor Aguilera, aludiendo a la Cruz de Cristo, ha derivado a la consideración del interminable ruido de maderas que en nuestro mundo se tropiezan las unas con las otras. Este ruido puede ser atroz barahúnda, si la madera de la Cruz de Jesús no da dirección, forma y sentido a nuestras infinitas maderas. La Cruz es de madera pero son mayorías las maderas que rehúsan la Cruz. Es decir, son innumerables las maderas que baten y rebaten sus ruidos, renunciando a la música. Sonaba en la Fiesta de Jesús el «Miserere» de don Victoriano García para abonar, para dar cultivo, clima, ambiente, al Sermón del Magistral de la Catedral de Córdoba. El sermón de la madera. De la madera, porque, además, el buen canónigo combatía en limpia esgrima —sus palabras tuvieron en un momento la calidad incisiva de un florete— a los torpes de siempre; a los que no ven más allá de la madera de que se hace uso para acercar verdades. La iconoclastia empieza por no querer recordar a Cristo en la madera de que está hecha su imagen. Es una manera de soberbia ésta: no adivinar razones a través de las palabras, ni misterios a través de las encarnaciones ni formas a través de la materia. La iconoclastia condena a la madera: no le permite efigiar a Cristo. Quiere que la madera sea nada más que madera. En un principio la iconoclastia es puritanismo. Pero todo puritanismo deviene en heterodoxia. Se empieza por no querer ver a Cristo en su imagen hecha de madera y se acaba, quizás, por no querer verlo en ninguna parte. Los iconoclastas no son solamente los destructores de imágenes. Los hay, también, ilustrados. Los hay que gritan: «¡Imágenes al Museo!».
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