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DINERO, DINERO!

Juan Pasquau Guerrero

en Diario ABC. 8 de mayo de 1968

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Cuando los resortes que movilizan los principios morales se debilitan es natural —no es nada asombrosa— la obsesión del dinero. Entonces llega a pensarse que, para la valoración personal de cada uno, el factor hombre cuenta como base y el dinero como exponente; es decir, el "yo y mi circunstancia" del filósofo, se sustancia en un "yo soy yo y mi dinero". Y la economía se convierte así en el más eficaz condicionamiento del hombre.

Otras circunstancias son fatales y no podemos nada contra ellas o a favor de ellas porque se nos dan hechas. Por ejemplo, la salud generalmente, se nos impone, nos viene de un afuera de herencia, o ambiental o climático. El mismo pensamiento, las ideologías, en bastantes ocasiones nos llegan prefabricados. Pero en las circunstancias del dinero influye no poco el albedrío. Salvo excepciones, quienes quieren hacer dinero lo consiguen. Hoy sucede que la "vocación de rico" aumenta entre las gentes de manera tremenda. Explicable porque, en este sentido, las posibilidades no se cierran prácticamente para nadie y son ilimitadas. Hay un momento en el que no se puede alcanzar más capacidad torácica de la que se tiene. ¿Y hay quien pueda incrementar su talento, o sus cualidades sensoriales o su fuerza física cada día? "Nadie puede añadir un codo a su estatura", enseña el Evangelio. Pero cualquiera —cualquiera— está capacitado para añadir unas pesetas a su caudal. La mucha riqueza no es óbice para más riqueza: al contrario. ¿Es necesario que todo hombre se conforme con sus dos ojos y su único corazón? Pero ninguna ley de la naturaleza obliga a nadie a conformarse con el millón único. ¿Estamos condenados a morir? Sí, pero no estamos condenados a las ocho, a las diez, a las veinte mil pesetas mensuales. Otros horizontes —salud, amor, felicidad— apenas dependen de nosotros. Así es que, casi imprevisibles los demás progresos, la dinámica económica personal se ofrece tentadora al alcance de todos. Por lo pronto, ni la inteligencia, ni la pasión, ni la generosidad rentan nada para mañana si se acumulan o se guardan. Son cosas que suceden y, por eso, se gastan. Pero el dinero no sucede; el dinero, es. Con él forma el hombre su caparazón estable, su concha que le sobrevive. EI millonario aspira a no sé qué especie de inmortalidad. ¿Por qué se han hecho sinónimas las palabras propiedad y dinero? Esta claro: si Dios nos deja de su mano no hay propiedad distinta de la "propiedad".

¿Entonces? Entonces a ganar dinero, mucho dinero, más dinero, infinito dinero. A no ser que...
A no ser que, a redropelo, surcando río arriba la corriente, alguien se decida a estudiar para pobre.

—¡Qué ocurrencia! El pobre lo es y lo será siempre contra su voluntad. No puede haber pobres voluntarios. Pero cualquier pobre se "apunta" voluntario para rico.

—De Oriente a Occidente no hay miedo mayor que el miedo a la pobreza. Es un miedo que aumenta con las riquezas, como la arterioesclerosis aumenta con la edad. ¿Por qué?

—El mundo está montado así.

—Sin embargo...

—Sin embargo, ¿qué?

—Hace veinte siglos la sugestión, la invitación, fue lanzada en el sermón de la Montaña...

—Fue un alto sermón. Pero ya se ve. Ni los ricos ni los pobres servimos para pobres.

—¿Quiere eso decir que ni los ricos ni los pobres servimos para cristianos?

—No sé. Pero, ¿acaso es difícil advertir que el cristianismo está pinchado? ¿No se da cuenta de que le están cambiando los neumáticos y... la carrocería? Resulta cómico: estudiar para pobre. ¿Es que no hay ya pobres de sobra en el mundo?

—Hay muchos infelices, más o menos hambrientos. Pero esos tales, propiamente, tampoco son pobres. No cuentan. ¿Se les deja apenas ser hombres? Es el gran escándalo. Pues bien; precisamente los indigentes desaparecerán cuando aumenten los pobres.

—No lo entiendo.

—Si se educara para la pobreza, si disminuyera entre los pobres la "vocación de rico" y el pánico a la pobreza se disipara entre los llamados "hombres de dinero", muchas incógnitas del problema podrían despejarse. Invitando y convenciendo para una situación de moderada renuncia, para un estado de "aurea mediocritas" —si es que la palabra pobreza asusta—, el equilibrio sería alcanzable. Y desaparecerían de la Tierra los hambrientos, quiero decir, los "recortes de hombre" establecidos acá y allá.

—Bonito, pero utópico. La aspiración a la pobreza, ¿no constituiría un afán contra natura?

—No precisamente contra natura, sino sobre natura. Pero el cristianismo es así. O lo toma o lo deja.