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Fiestas del Renacimiento y respeto al patrimonio

Antonio Almagro García

en Semanario Ubeda Información. Del 8 al 14 de julio de 2006

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Hace ya algunos años (concretamente en septiembre del año 2000) me publicaron en este semanario, bajo el título de “Lumbreras de fin de siglo”, un articulito en el que venía a criticar la instalación de unos focos para iluminar la plaza de Santa María que utilizaban como soporte las propias cornisas de los monumentos, por una incomprensible e ilegal decisión de los responsables de la orden... Entonces venía a decir de forma irónica, pero no por ello menos indignada, que Úbeda había alcanzado la singularidad que tanto se buscaba en el anhelado nombramiento como patrimonio de la humanidad al haber establecido que el arquitrabe, friso y cornisa clásicos se podían enriquecer con un nuevo elemento que en un futuro muy cercano llevaría a los tratados de arquitectura que el entablamento clásico ya estaba formado por arquitrabe, friso, cornisa y foco.





Las Meninas no son Patrimonio de la Humanidad, o tendrían placa atornillada



Algo más tarde y en las mismas páginas, venía a quejarme bajo el título “Como un arbolito de Navidad” de la incomprensible utilización del Hospital de Santiago como monumental valla publicitaria de todo tipo de “magnos eventos”, que muchas veces no tienen ni la menor categoría, y como sostén de unas lucecitas colgantes y pletóricas de espíritu navideño.

Por otro lado, como ante la expresión pública por mi parte de estas ideas no se me hizo ni caso, en más de una ocasión he procedido a tramitar en el registro de entrada de nuestro ayuntamiento una serie de escritos tanto sobre estas municipales actuaciones como sobre el no menos lamentable servicio de aparcamiento vigilado que eternamente se asigna a la plaza de Vázquez de Molina, pero una vez más he obtenido la callada por respuesta.

Y se preguntarán el porqué de esta serie de recuerdos y la respuesta -creo- es tan sencilla como oportuna ante las declaraciones de nuestro alcalde a los medios de comunicación locales, tras la inauguración de una placa conmemorativa de la declaración de la UNESCO como un acto más de las fiestas del Renacimiento, en el sentido de llamar la atención sobre la necesidad de que todos cuidemos nuestra ciudad y no nos parezcamos a esos incalificables ciudadanos que sistemáticamente la ensucian, estropean y degradan con pintadas y actos de vandalismo.

Con esto lógicamente hay que estar de acuerdo, pero ante lo que acontece no puedo dejar de pensar que no sólo estos hechos (desde la barbarie y la falta de civismo de unos pocos incontrolados) suponen degradación y una absoluta falta de respeto a nuestro patrimonio sino que también otros, como los citados al principio y como los que a continuación relato, lo son desde la irresponsabilidad y desde la falta de sentido común de quienes nos gobiernan y nos han gobernado. Degradación y falta de respeto es la colocación de esa citada placa en el mismísimo muro del Palacio de las Cadenas, taladrando una vez más sus tan honorables como poco respetadas piedras; degradación y falta de respeto es disponer unos juegos de artificio en su fachada en un acto estúpidamente denominado “quema del ayuntamiento”, que bien pudiera convertirse con algo de mala suerte en quema del Archivo Histórico; y degradación y falta de respeto es organizar unas esperpénticas fiestas en las que continuamente se pisotea la Historia y se “dinamiza” el casco histórico; es decir, en las que se montan tabernas, bares y chiringuitos, en las que se multiplica el número de decibelios para “regocijo” de los vecinos que ni están ni quieren estar dinamizados y mucho menos conocen el diccionario en que dinamizar sea sinónimo de alcohol callejero, de suciedad, de malos olores, de ruido, de falta de sueño y de privación de sus derechos; y en las que, por cierto, se gasta un dinero que verdaderamente podría utilizarse en CULTURA y no en una inefable patochada de campamentos militares made in Holliwood, de estelares exposiciones de instrumentos de tortura que parecen fabricados en Ikea, de exhibiciones de unos pobres animales y de un sinfín de tiendas, tabernas y otros muchos perifollos que, en conjunto, ni siquiera alcanzan la categoría de burdos y chabacanos por mucho que a todos se les dé el calificativo de renacentista.

No estoy en contra de acontecimientos de este tipo siempre y cuando se hagan con el respeto, veracidad y cuidado que ahora no veo ni en los resultados ni en los concejales responsables del “evento” ni en el patronato correspondiente y cuando nuestro patrimonio y nuestra cultura no estén tan necesitados de soluciones y de actuaciones más importantes, profundas, didácticas, serias y comprometidas con la obligación moral que tenemos de legarlos mejorados a las generaciones futuras. Recuerdo que estamos declarados PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD y no patrimonio de un turismo poco deseable o de los usuarios de las tabernas renacentistas, de las carpas de la feria de la tapa y de las veladas carnavaleras.

Con todo, para que no se me tache de negativo y de antiubetense, he de decir que estas fiestas, en tanto en cuanto se reorganizan hacia una verdadera manifestación cultural, sí tienen algo incuestionablemente positivo: es absolutamente prodigioso comprobar cómo desde hace tres años, por estas fechas, la imagen de Nuestra Señora de los Remedios, allá en su hornacina de la Torre del Reloj, como la Gioconda, dibuja una enigmática sonrisa... ¿Será por la presencia de un Carlos I de opereta ganándose la vida o, mejor quizá, por ver a sus pies a algunos de nuestros ediles -perdón de nuestros caballeros veinticuatro- disfrazados de no se sabe muy bien qué y confundiendo Historia con Carnaval? Al menos -pensará ingenua la Virgen- están distraídos y contentos, sin concebir geniales ideas para la ciudad y sin desear gestionarlas magníficamente.


Antonio Almagro García