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En nuestro mundo no faltan, no han faltado nunca, las objeciones contra Dios. ¿Por qué hay pobres?, dicen los objetantes. ¿Por qué existe el dolor? ¿Por qué enfermamos? ¿Por qué morimos? Misterio. Pero ya está: Vamos a darles por un instante la razón. Vamos a decirles: Dios no existe, Dios ha muerto... ¿Qué va ha pasar ahora? Hagamos nuestra ciudad terrenal. ¡Qué bien se está aquí! Edifiquemos una tienda para ti, ¡oh Nietzsche!, y otra para Sartre, y otra para...
¿Qué sucede sin embargo; qué sucede? Dios no está, pero sigue habiendo pobres, enfermos y moribundos, continúa habiendo guerras, terremotos y pestes. Ahora es la sombra de Dios quien objeta, quien pregunta al hombre. De pronto, el eco de su voz se levanta y exclama: ¿Por qué hay pobres? ¿Por qué existe el dolor? ¿Por qué enfermáis? ¿Por qué morís?
Querer explicar el mundo con Dios puede resultar un misterio. Querer explicar sin Dios al mundo es un absurdo. He aquí al hombre instalado dentro de su humanismo como un caracol en su concha. ¿Es posible? De momento se cree libre. Tiene libertad nada menos. Hasta que se da cuenta de que tiene libertad nada más. Se propone saberlo todo. Hasta que se entera que no sabe nada. Busca, busca, busca. Hasta que se informa de que se encuentra perdido. Inquiere el porqué de todas las cosas, hasta que tropieza con el porqué de sí mismo. Afirma los fueros de su inteligencia, de su carne, de sus placeres. Hasta que un día una gotita de sangre parada en una vena da al traste con su talento. Alcanza un alto nivel de vida. Hasta que un atardecer desciende al nivel de la tierra, para siempre carne destinada a los gusanos, en un cementerio. Esta es la réplica que Dios le hace:
—"El que cree en mí, aunque hubiera muerto vivirá. Sin mí el dolor es superfluo, no sirve. Conmigo el dolor rinde para la eternidad. Sin mí tu inteligencia es un fuego fatuo, es la luciérnaga de un instante. Conmigo tu espíritu es una antorcha que no se apaga. Puedes dudar de mi existencia. Pero si yo no soy, ¿dónde está tu ser? Si no te apoyas en mi muro, en mi costado, ¿en que costado reclinarás tu soledad? Si yo no estoy en tu base, ¿cuál es tu fundamento? Y si yo no soy tu Padre, ¿de dónde llamas hermanos a tus hermanos? Y si yo no hablé, ¿en qué te basas para llamar bien al bien y mal al mal? Y, ¿cómo parlas de verdades si no hay una Verdad? Y si yo he muerto, ¿acaso vida y muerte son cosas diferentes?
Veinte siglos lleva el mundo objetando al Cristo. Ya está el hombre en el podio, ya ha alcanzado el poder. Pero ahora comienza la "revancha" de Dios. Ahora Dios está en la "oposición". Va a ser terrible...
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