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Colofón al cordial y limpio paisaje espiritual de la Úbeda de primeros de septiembre ha sido la fiesta a la Virgen de Guadalupe —pueblo, autoridades, gentes de todos los estamentos, de todas las procedencias, de todas las edades— en la Iglesia Mayor. La escolanía de la Catedral de Guadix nos ha hecho vivir a todos los asistentes una mañana emocionada con la interpretación —muy fiel, muy concertada, muy cuidada de la Misa polifónica de Perossi. Quiero señalarlo como acontecimiento y felicitar a la Archicofradía de la Patrona que pilota con entusiasmo y seguridad don Manuel Moreno Méndez, por lo acertado del acuerdo. Somos muchos los hombres que sentimos más tenso el cordaje religioso, cuando la liturgia acierta a investirse de su solemnidad, es decir, de la belleza que le es debida. Quizás hay personas que se advierten muy felices —o al menos eso dicen— cuando desnudan al culto de su fuerza emocional y enmarcan la liturgia entre rebuscadas simplicidades (que a veces resultan simplezas), erradicadas las pilas de agua bendita, el incienso, el órgano, los cirios, el gregoriano, las dalmáticas sacerdotales..., reduciendo rituales, cercenando plegarias, secularizando en suma la conmovedora manifestación de lo sagrado. Para mí que tales personas no conocen en absoluto al pueblo a quien pretenden complacer con liturgias desmeduladas, con celebraciones deslavazadas, con improvisados ritos. El pueblo gusta más de las sápidas epifanías esplendentes —y si se quiere barroca—, capaces de adherirse a una intimidad que prefiere elegir para Dios una calidad de plata, y de fragancias, y de armonías, y de profusiones cordiales, en la alabanza. Parece ya claro que retrocede, en lo cultural, la moda de las «canciones de bobadita», de los rasgueos de bandurria eléctrica, de las homilías «campechanas», en el templo. El pueblo —que las aguantó algún tiempo— empezó a dar síntomas de malestar y ya se congratula ante la belleza devuelta a la liturgia —belleza, repito, que le es debida— y de que es un elocuente signo la Misa polifónica de Perossi, cantada en Úbeda por la escolanía de la Santa Iglesia Catedral de Guadix.
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