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Vamos a ver... Se empieza una carta, pero no se sabe por dónde. Estas son cartas de Úbeda... dirigidas a Úbeda. Resulta que Úbeda está en sus cerros. Y luego, en todas partes. Donde hay un ubetense, allí está Úbeda y, por supuesto, allí está GAVELLAR. Y por eso, porque GAVELLAR se lee tanto en la calle Sabanillas como en Copenhague —pongamos por caso, y a lo mejor no es exageración—, este «periodiquillo» (como decía Antonio Parra) mereció la distinción de «Ubetense 1974».
Fueron varias, selectas, merecidas, las distinciones de «Ubetense 1974» otorgadas por el C. I. T. El Alcalde, Natalio Rivas, Rafael Vanó, dijeron (en el acto celebrado al efecto en el salón de actos del Ayuntamiento) cosas muy sustanciosas. Sustanciosas además de elocuentes. Igual que don Tomás Ogallar Ayllón, que dio las gracias en nombre de los homenajeados, y que don Marciano Martínez Catena, que lo hizo en el acto del descubrimiento de la lápida que da el nombre de don Fernando Martínez a la plaza de Úbeda en que vivió aquel ilustre ubetense inolvidable. ¡Un día muy ubetense el día 6 de abril! Un día de comunión con el pasado, con el futuro y con el presente. Antonio Parra, que leyó unas cuartillas sabrosísimas —con salsa y con picante— de Antonio Millán, v que, «por su cuenta», agregó unas palabras anchas de cordialidad y largas de alcance espiritual (pero no gruesas, ¡cuidado!). Antonio Parra —repito— me decía en un «aparte» que Úbeda ahora —ahora precisamente— está en su punto, y que no hay que arañar en el siglo XVI para buscar sus glorias y sus méritos. Hay hoy en Úbeda hombres y cosas que brillan con luz propia y que no brillan —como Venus o Marte— por puro reflejo. En resumen, Úbeda «es un sol». Aunque sea un pequeño sol. En esto estamos todos conformes. Y esto es lo que obliga, porque —mil veces se repetirá— «nobleza obliga». No es que yo vaya a decir aquí que todos los ubetenses —que por el hecho de serlo ya empiezan a ser distinguidos— se pongan a «programar» un futuro. Uno es un poco anárquico en esto. Las cosas buenas, buenas, buenas de verdad, no vienen por efecto de una planificación, de un programa con cuadrículas, de unos impresos «que hay que rellenar». Más bien las cosas buenas que tienen que venir surgen con un coeficiente de alta voluntad, de trabajo y de amor. ¡Vaya con el amor! Es palabra que se prodiga, que se predica en púlpitos (cuando quedan púlpitos), en cátedras y en grupos y grupúsculos. Pero luego rara vez esta palabra obedece a un hecho. Y eso es, ¡caramba! El amor tiene que pasar de ser palabra a ser hecho. A ese hecho vamos, a ese hecho tenemos que ir. Úbeda está en alza; ello es Indudable, y es preciso jugar la carta de Úbeda en todos los aspectos. Cada uno —por decirlo de otra forma— tiene que suscribir «acciones» en la Empresa de Úbeda con vistas a un Futuro que supere al presente y al pasado. (Casi por definición, el Futuro debe superar al pasado, y no al revés.) ¡Ánimo, «accionistas»! Hay que suscribir valores de Úbeda. Es el momento. Nuestro Alcalde —en sus palabras en el acto que comentamos— decía algo parecido. Lo decía con entusiasmo, con convencimiento. Es el momento de ser más ubetense todavía.
Yo creo que ser más ubetense todavía es empeñarse en un trabajo, en una idea, en una realización, cualquiera que sea, más difícil todavía. Los «Ubetenses 1974» nos dan el ejemplo.
Ahora todos a imitarlos, acometiendo una empresa social de envergadura, realizando una aspiración cultural, pintando un óleo, educando mejor en la escuela (sin tanta obsesión con la llamada «educación sexual», hombre), trabajando más en la fundición, en el taller o en el andamio; esmerándose, en fin, en la Obra Bien Hecha, que nos recordaba aquel gran filósofo (que tanto quiso a Úbeda) y que se llamaba don Eugenio d'Ors. Cada ubetense —realmente— tiene asignada una obra, tiene un trabajo a realizar en perspectiva. Cuando haga de su obra una Obra que merezca la mayúscula, entonces ya será un ubetense digno de Úbeda, un ubetense distinguido.
¡Ah, pues abril entró friolento! No hay que fiarse de la primavera exterior. Quizá las primaveras las hacemos también los hombres. La primavera se siembra dentro, en el alma. La auténtica primavera es el optimismo. No el optimismo bobalicón de quienes creen que todo va bien y que todo tiene que salir bien. No. El optimismo —cree uno— está en creer que todo puede ir mejor y que todo debe ir mejor. Y entonces, por tanto, el optimismo radica en saber que, con la ayuda de Dios, nos comprometemos a que todo vaya hacia arriba. Y así la Carta de Úbeda para Úbeda se despide con un abrazo que abarque por igual a los ubetenses que viven en la calle Sabanillas o en la calle Caldereros, y a los que está en Barcelona —amigo Fausto, amigo Barranco—, en Sydney, en Calatayud y en Bonn. Eduardo Jiménez (que desde su parcela trabaja también mucho para GAVELLAR) es prototipo de ubetense modesto que no cesa. Paco Esteban, desde su atalaya, es símbolo de ubetense que no para un instante. ¿Cuándo hablamos, Paco Esteban? ¿Cuándo nos vas a hablar a todos públicamente de tus trabajos profesionales relacionados con el futuro económico de Úbeda? (y así sucesivamente).
Una enhorabuena muy especial al Alcalde de Úbeda. Se le ha otorgado la Cruz de Plata del Mérito Turístico. Buena recompensa al hombre que acierta a caminar delante con paso airoso y que está atento a la consigna alta de que la autoridad es un servicio. Y que sabe que «autoridad» viene de «autor».
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