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¿Y qué es mejor, la prisa o la pausa? Ahora la prisa nos trae de cabeza —o por lo menos decimos que nos trae de cabeza— a todos. Entonces, parecería lógico decir que no hay pausa. Y no, no es eso; hay mucha prisa y mucha pausa a la par. Mucha urgencia el lunes y demasiado descanso a partir del viernes poco más o menos. Y si «no hay tiempo para nada» es porque también al no hacer nada —a las vacaciones o a su sucedáneo de no dar ni golpe— le concedemos demasiado tiempo. Así es que estamos lejísimos de aquella máxima que se le ocurrió a Goethe y que después se hizo tópico: «Sin prisa y sin pausa.» Pero Goethe era un hombre que daba al tiempo lo que es del tiempo y al hombre lo que es del hombre. Era todo lo contrario que un neurótico. Pero nosotros —hombres del siglo XX— somos todo lo contrario que Goethe. Nosotros damos al tiempo lo que es del hombre y al hombre lo que es del tiempo. Nosotros violamos al tiempo, lo forzamos, sacándolo de sus quicios, distorsionando su natural ritmo. Y, de otra parte, al empeñarnos, sobre todo, en que el hombre sea hombre de su tiempo, atacamos el fondo sagrado de su individualidad, de su personalidad, con esa manía que a todos entra ahora de la adaptabilidad. ¡Qué va! Eso no es así, no debe ser así. Si el tiempo en que vivimos no es un tiempo potable (y sospecho que eso sucede ahora), no hay que adaptarse, sino que inadaptarse. ¿Velocidad en los vehículos traducible a la velocidad en las ideas? Alguien dijo que la velocidad es el único placer nuevo que ha inventado el siglo XX. Pero hay que tomar la velocidad con filosofía. El tiempo que ganamos o que ganan en la carretera se pierde luego en mil vaguedades. Porque —ésa es otra— quizá ahora no hay vagos químicamente puros. Pero vaguedad, equivocidad, ambigüedad, hay más que nunca. Vivimos en plena era de la confusión, y esto no me lo quita a mí de la cabeza ningún cura (y lo de cura lo digo a modo de ejemplo). Y con confusión no hay más remedio que tener prisa, y que tener pausa. Prisa para ingerir mil cosas contradictorias. Y pausa para dar sitio al dolor de cabeza, a la jaqueca ideológica que nos acomete.
Todo esto ocurre pensarlo en Úbeda, que quizá hasta ahora ha sido fiel al esquema de Goethe. En Úbeda no hubo nunca demasiada prisa. Y nunca demasiada pausa. Hay que luchar lo indecible porque Úbeda conserve en lo fundamental esta característica. Por eso hay que pasar por la plaza de Vázquez de Molina —una vez cada día si se puede— para que Nuestra Señora la Serenidad nos asista. Para que en nuestro espíritu se orienten y se polaricen muchas cosas que tienen prisa sin motivo. Y también para que muchos afanes que pudieran dormirse, atontados con el mareo de la prisa, se pongan en movimiento. (Diré mi experiencia. A mí las ideas, y los propósitos, y las urgencias del ánimo se me paran instantáneamente cuando me subo en un vehículo. En cambio, mi vida empieza a bullirme cuando me lanzo a andar —andar, andar y andar— por la ciudad o por el campo de Úbeda.)
¿Seguimos con lo de la prisa y la pausa? Me atrevo a pensar que nuestro pueblo en esto de la industrialización —aspecto hoy necesario para cualquier prosperidad— camina sin prisa y sin pausa. De la noche a la mañana no ocurre nada sensacional en nuestro pueblo. Pero hay que considerar la de cosas estupendas que afloran a Úbeda al paso del tiempo, sin prisa y sin pausa. Ultima noticia. Se han firmado las escrituras de compra de terrenos de la nueva industria Jaén Textil, S. A., que supondrá la inversión de 240 millones de pesetas y que traerá como consecuencia la creación de 165 puestos de trabajo. El Alcalde, Fernández Peña, ha dicho muy oportunamente que el 11 de junio de 1974 es en cierto modo una fecha histórica de Úbeda. «Señala el relanzamiento industrial de la ciudad», fueron sus palabras. Ahora se están sembrando muchas cosas en Úbeda de toda índole. Sabe el señor Fernández Peña que Úbeda no es pueblo de pausa, por lo mismo que no es pueblo de prisa. Y su gestión con su Ayuntamiento encarna el propósito y el carácter del pueblo.
Otras cuestiones. Para el otoño se prepara un ciclo de conferencias y actividades en la Biblioteca Municipal que, mientras llega o no llega la Casa de la Cultura, puede ya convertirse —con sus nuevas instalaciones y locales— en aula abierta para no pocas inquietudes culturales de la ciudad. En parecido aspecto tiene que destacarse de nuevo la labor del Centro de Iniciativas Turísticas, que también trabaja a excelente ritmo. Exposiciones, concursos, proyectos de promoción turística. Para el otoño, dos artistas ubetenses procedentes del sanísimo campo de la artesanía preparan una exposición que —estoy seguro— merecerá muchos plácemes.
Por lo demás, en junio Úbeda se sigue entendiendo consigo misma y con sus fechas. Las fechas del calendario litúrgico siguen siendo fechas importantísimas. Aquí las esencias no pierden graduación, aunque en otras partes se destapa el frasco de las esencias, no con otro objeto sino con el malsano deseo de que se derramen. Por ejemplo, Úbeda ha celebrado en 1974 su Corpus Christi con un esplendor inusitado, muy superior en fervor, calidad de fervor y «participación» al de años anteriores.
Desgraciada noticia. El accidente del autobús de Jódar con muertos y heridos, entre los que se encontraban algunos escolares y maestros. Día de luto para la comarca. Día de pena y también de solidaridad, de abnegaciones, de generosidades. Ahí por ejemplo la generosidad de los innumerables ofrecimientos de donación de sangre y entre ellos los hechos por los alumnos de la Academia de la Guardia Civil de Úbeda. Esos mozos eran los mismos que cubrían la carrera durante la procesión del Corpus, rindiendo armas y corazón al paso de Jesús Sacramentado.
Pasó el Corpus. Viene San Juan. Dentro de poco, julio. Consejo: Que la prisa y ¡a velocidad de las vacaciones sea para bien. Es decir, que no sea para la causa sin límites de la desgana y del parón hasta octubre. Porque hay gente que, pasado San Juan, se pone a archivar los buenos propósitos. Pero los propósitos que se archivan, no verán la luz jamás. Úbeda tiene un archivo histórico maravilloso. Que lo digan Romero de Lecea y Natalio Rivas que acaban de trabajar para la edición —muy limitada— en reproducciones en facsímil exactísimas de documentos del Archivo. Úbeda, tiene un archivo histórico excelente. Pero Úbeda tiene que evitar que sus proyectos del día pasen a formar un paradójico y desconcertante «archivo de propósitos». Precisamente los archivos históricos son una realidad en los pueblos que supieron dedicar todo su trabajo y esfuerzo para que el presente no se muriera sin dejar rastro. Úbeda tiene Historia porque siempre tuvo vida. Hay que meterse hasta el cuello en la vida si queremos que Úbeda continúe su Historia.
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