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ANIVERSARIO DE UN HISTORIADOR

Juan Pasquau Guerrero

en Diario ABC. 17 de enero de 1962

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Uno no sabe si, alguna vez, se ha dicho de alguien que tiene un tem­peramento histórico. Yo no sé. El temperamento es hilaza ineluctable de la personalidad; es, parece, factor y producto biológico, mientras que la Historia se reputa, generalmente, como conocimiento que se acuesta sobre un pasado muerto. Pero ahí está; podemos extender sobre el pasado la mortaja de unos datos, de unas fechas, de unas cifras, de una erudición en fin. ¿Eso ya es Historia? Más raro y más difícil —y más humano— es cubrir con nuestro calor, con el entusiasmo propio, el ca­dáver del tiempo que se fue. Semejante el "gesto" de Eliseo —el profeta— con el hijo de la mujer sunamita... Esto rebasa el sim­ple conocimiento frío. Es­to ya es más que erudición: denota un tempera­mento. Entonces, el hom­bre que así comunica su ardor vital a la Historia, logrará reverdecerla, resu­citarla. Entonces, el pasa­do, de recuerdo yacente que era se convierte en lección ejemplar y activa, demandadora de vida. En­tonces el historiador no se nos presenta enlutado de memorias, de simples me­morias, ni los anaqueles y estanterías del archivo si­mulan galerías de cemen­terio. Entonces la evocación no es muro de lamenta­ciones, sino basa, sillar o cimiento de sanas arqui­tecturas mentales.

Uno de los pocos hom­bres con vocación tempe­ramental para la Historia fue don Natalio Rivas. Se cumple el 17 de enero el cuarto aniversario de su muerte. Era un hombre antiguo —no anticuado ni viejo, aunque sus noventa y tres años quisieran desmentirnos— entre nosotros. Dedicado a galvanizar las paralizadas ancas de toda una época reciente: la comprendida en­tre el reinado de Fernando VII y el de Alfonso XIII. Siempre, del inmenso arsenal de sus conocimientos históricos, don Natalio Rivas supo extraer sustancia viva. Académico de la Historia, tanto montan sus libros o sus anecdotarios im­presos, como su conversación; tanto, su aptitud para el desempeño político (fue diputado por Orjiva, subsecretario de la Presidencia y ministro de Instrucción Pública), como sus dotes de hombre de mundo inmerso en la vida social. La fun­ción ejemplarizadora de don Natalio, a través de sus múltiples actividades, es la misma. En todo momento, la Historia se muestra presente —en presencia viva, no en ausencias de cuerpo presente— influ­yendo decisivamente sus hechos, su plu­ma, sus palabras. Así, gracias a él, el tiempo ido, amarillo de soles añejos, sa­tinaba su faz y abrillantaba su eficacia hasta adquirir calidad de espejo. (Real­mente es curioso, y yo no sé si se ha re­parado en ello, el siglo XIX, tan historicista, sentía una inclinación muy sinto­mática hacia los espejos. Las grandes cornucopias son la apología del espejo; los cafés eran un dechado —o un tingla­do— de lunas yuxtapuestas en insistente continuidad. ¿No será que Historia y es­pejo adolecen de una sutil semejanza? Es acusador el espejo, nunca adulador. Como la Historia. Rodearse de espejos, como ro­dearse de Historia, ¿supone el mismo afán de no querer engañarse?)

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Marañón escribió de don Natalio Ri­tas: "Para este hombre tan bueno, un simple conocido es ya un amigo; un ami­go es un hermano". La cordialidad del académico, superior probablemente a toda ponderación, congregó durante muchos años, en su gabinete íntimo de Recole­tos, 12, a las más destacadas personali­dades de la Política, del Arte, de la Literatura, de la Tauromaquia. Su archivo histórico, que por disposición testamen­taria pasó a engrosar el de la Real Aca­demia de la Historia era, sin duda, una de las mejores fuentes para el conocimien­to exacto de la época contemporánea. (No le iba a la zaga su archivo taurino, en po­der ahora de don Juan Antonio Pastor Ri­vas). De estos papeles extrajo don Nata­lio la sutilísima esencia de sus libros; pero, no obstante, nada más disparatado que imaginarnos al autor de "Anecdotario", de "Biografía de Luis López Ballesteros, mi­nistro de Hacienda de Fernando VII", de "Biografía de Sagasta", nada más lejos de la verdad, digo, que representárnos­lo como al hombre inactual, libresco, en­jaulado en sus propios conocimientos, ajeno al latido de su tiempo. Precisamen­te, los datos que nutrían sus escritos, eran, al mismo tiempo, pasto sabroso para el coloquio tertulial de sus adeptos. ¿Coloquio o monólogo...? Muchas veces —nos cuenta don Natalio Rivas Sabater, nieto del insigne académico— los conter­tulios del gabinete de Recoletos iban nada más que a oír. A oír a don Natalio. Él tenía el don maravilloso de saber acercar el pasado en proximidad "inminente", para remedio de la miopía de tantos hom­bres que creen, poco más o menos, que el mundo, de verdad, empieza con ellos, y que con ellos terminará.

Insistir acerca de los valores egregios del autor de "José María el Tempranillo. Historia de un bandido célebre” —estudio quizá poco conocido, pero interesantísi­mo, exhaustivo en las citas y prolijo hasta la minuciosidad— parece obvio. Pe­riodista; además de historiador, escritor y político, colaborador frecuente de A B C y de "La Vanguardia", parecen inagotables las facetas de su personalidad polivalente. Sin embargo, resaltaba en don Natalio, asumiendo cualquier aspec­to de su vida, un estilo humanísimo de amistad que se plasmaba en actitudes de flexible y elegante comprensión. Com­prensión hacia los hombres y hacía las cosas de los hombres. Virtud rara. Parece que ha de ser norma del historiador, por el hecho de serlo, la comprensión. Por­que el historiador dispone de una vista de largo alcance... No obstante hay his­toriadores —muchos— que lejos de escri­bir la Historia, hacen "su" Historia; ga­nados por el prejuicio, por la parcialidad. Lástima que don Natalio Rivas no hubie­se hecho el libro grande de la Historia contemporánea de España y que se limi­tara, como le reprochó cariñosamente don Gregorio Marañón, a los "anticipos". Pero de todas formas, ¡qué lección la suya! Escribiendo Historia, él —político— no hizo nunca política. El secreto del buen histo­riador es ése: la comprensión.

Pero, ¿cuál es el secreto de la compren­sión? ¡Ah!, los hombres buenos como don Natalio Rivas deben de saberlo...